Partida vejez
Cicatrices cuando hablas,
vieja rayuela
que
alguna vez invadieron mis pasos; te
tomé en un brindis a
través
de las copas que chocamos, y
en un vacío logré decirte aquellas palabras, y
en un instante logré pensarte en aquellos mares,
ya casi tantos viajes de la antigua
iberia de los que no registro
tus
muecas, tan solo los silencios cuando te lloré
al borde del ocaso.
Con la calma de las olas sigues
cantando flor mía, pero da pena
escuchar que mueres cuando resuena el eco
de los charcos, y
que fiel fue la soledad que junto a mis versos
la sentencié a fundirla a mi como una llaga.
El egoísmo fue tu escapulario que empleaste con astucia
al llevarte contigo los vestigios de tu alma.
Y te creíste digna de
juntar mis días, de juntar mis
noches, de evocar llantos detrás
de una ventana sellada como
si fuese un espacio
de
mi apellido sobre tu nombre.
No te disculpes flor mía:
las luces se condensarán
a lo largo de nuestras mesas,
a lo fino de nuestros manteles,
sobre el alcanfor
de manchas enrojecidas
como
un grito carcelario de flor en carne podrida, y
cuando nos llegue la hora
nos miraremos al rostro
y esperaremos con los ojos mutilados
la llegada del nuevo día, los nuevos años,
las nuevas palabras,
las gotas del brindis esparcidas en cada
copa.
- Autor: Franz Talíthier (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 21 de agosto de 2016 a las 12:36
- Categoría: Gótico
- Lecturas: 90
- Usuarios favoritos de este poema: Lebusla
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