Hola, escuché que me habías oído y que has tratado de interpretar mi fiel sonido, sólo pocos lo hacen y pocos más lo logran por completo. Mi lenguaje no es de letras, palabras o señas, mi lenguaje es parecido al sonido que se provoca cuando se es golpeado un tambor, la gente suele llamarlo latido, el cual por lo regular suele ser lento, pausado y alegre, a veces cuando me pongo nervioso, este se acelera a una velocidad impresionante.
Soy un elemento vital para mi portador, dentro de mí se guardan retos, logros, miedos, recuerdos, lecciones, fracasos, aprendizajes, sueños, dentro de mí existe la vida misma; además soy el guardián de un baúl repleto de sonetos y melodías, esperando los ritmos y el compás adecuado para convertirse en bellas canciones. Muchos dicen que en mí existen todos los sentidos y que incluso los eh desarrollado bastante mejor, ya que puedo escuchar mejor que los oídos, ver mejor que los ojos y sentir mejor que las manos. Al ser vigía de la vida he sufrido mucho, me han golpeado fuerte, he pasado por la tormenta más horrible que puedas imaginar, estuve a punto de abandonar esto y callarme para siempre, sin embargo nunca me di por vencido, luché contra todo y todos, nadé contra corriente y veme sigo en pie y más fuerte que antes...
Aunque aún me falta algo, un complemento, que me entienda, que me escuche, que me hable, que ría, que cante y que llore conmigo, que me encienda cuando padezca de frío, una enorme estrella que conjugue a la perfección con la constelación que hay en mi cielo. Me escuchaste nervioso y acelerado, lo único que te pude pronunciar fue tímido, silencioso ¡Hola! ; preguntaste que más decía, no te supieron responder y pusieron en ti la tarea de interpretarme, no es necesario que me interpretes a la perfección, porque quizá mis latidos delaten más que mil palabras.
- Autor: Mario Luna ( Offline)
- Publicado: 23 de agosto de 2016 a las 20:29
- Comentario del autor sobre el poema: Muchas veces el corazón habla por nosotros.
- Categoría: Amor
- Lecturas: 60
- Usuarios favoritos de este poema: Gisela Guillén
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