Te pareces al ababol
que cultivan en mi sierra,
con hojas erguidas
como tus caderas,
de pétalos afinados
como tus pezones,
de sépalo terso
como tu espalda
y un pecíolo nítido
como tu cuerpo.
Florecida en tu punto;
mojada por el rocío
del pecado que te fumiga
en las noches.
Estigma que rayo
para juntar tu veneno alevoso
que es un antídoto
contra mis intoxicadas penas.
Así te atiendo,
aunque esto sea inmoral.
No hay disyuntivas,
aunque con esto haga
que las fechorías reinen.
Tú, planta que
no debo llevar a mi jardín,
pero como me encanta
venir a extraer la ambrosía
de tus flores.
Eso es mi elixir.
Tus ósculos de opio
el analgésico más eficaz
que tengo y no.
Eres como la amapola
que siembran en mi sierra:
prohibida, hipnótica
como sus dimanas sustancias.
Comentarios1
Solo cada quien sabe de lo que peca, o reza, la vida ciertamente se parece mucho a los árboles, no todos florecen con belleza ni dan fruto dulce…sino amargo. Pero todos en su momento pueden brindarnos su sombra, así la vida…
Un gusto haberte leído, Ofelio.
Con mi cariño
*Diluz
Gracias por pasar a leer, un beso y un abrazo enorme, saludos
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