(a R. Meinz)
Esta sangre que circula adentro
negra, espesa, pegada a las callejuelas
como sedimentos en la palabra descenso
(ambos descendemos) en tropel
desde el vómito o el bostezo
ahí cuando todo comenzó desde el tribal
fuego, nos reconocimos idénticos en el latido
del cuero sobre los tambores, y las pieles
que viste la noche. fuimos fugazmente desangrados
paridos por las venas de algún dios furibundo
en su mortal sangría, que no ayudó de mucho
para postergar su muerte. ahora el rayo
circula los nervios, ahora la cuerda de acero
entrega el sonido primigenio a las ciudades
sordas, de tanta técnica-conocimiento, saturados
nosotros siendo ignorantes ya supimos todo
después del primer acorde cortado
fluctuando en el relativo, espacio
respiramos-nos-aliviamos
este siglo es furia
ya que los motivos
sobre-bastan-cubren-horizontes
nuestra baba como de rabiosos
perros, por que así ha sido
nuestra suerte
la tenemos
aún
salvajemente resistimos
en el bastión previamente capitulado
levantando nuestras cerveza a la altura
honrando a los asesinados, de la historia
por la historia, a través de ella y sus campos
de misterios descentrados, donde un eco urbano
perdura intermitente, estallando, en el cráneo
- Autor: Santiago Miranda ( Offline)
- Publicado: 8 de septiembre de 2016 a las 23:58
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 29
- Usuarios favoritos de este poema: omu, eibaoga
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