Encontré dentro de tu útero un campo de olmos de bronce, y una piedra que aullaba y un arlequín sin nombre. Cazaba gaviotas, alondras y moscas para que me hablara aquel guijarro, de los tiempos del dios del miedo, antes de la existencia de Eva la reina depravada.
Aquel mineral bastardo sangraba flema al relatar aquellos pasajes espantosos de antes de la humanidad, donde los lupinos violaban a la tierra haciendo grietas de donde nacieron seres protervos en forma de hienas.
Y sus historias masturbaron mis karmas y mis periespíritus como lo hace un carrusel con un simio, por eso le oía día y noche como un poseso ávido de más exorcismos.
Al aullar desprendía los hedores más pútridos y convulsivos que hubiera soportado lóbulo temporal en el mundo entero, el terreno se infestaba de moho como una intoxicación de oraciones vacuas.
Antes del bien y el mal, antes del principio y el big bang, las plantas hablaban, los cielos besaban y los gatos también eran personas, y me susurró espantosamente como era ella la última de su especie, y cómo había sobrevivido por los siglos de los siglos, en los úteros muertos de un animal, una hembra o un lemuriano.
Por eso le llevé conmigo y le hice polvo entre sus espasmódicos y fétidos chillidos de maldición, y te di a beber estos polvos, en medio de un polvo para hacerte una marioneta de mis antojos y mi ficción.
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- Autor: Poeta Psibernético (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 14 de septiembre de 2016 a las 11:51
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 18
- Usuarios favoritos de este poema: caballo negro, Mauro Enrique Lopez Z.
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