NOVI LUMINIS ARPEGIOS

“Ronca el mar en el piélago profundo.

Truena el cielo con rayo refulgente.

Silba el viento llegado del oriente

cual túrbido avatar del fin del mundo.

Ruge en la oscuridad el iracundo

Ángel que fue creado iridiscente.

Falto ya de su luz resplandeciente,

pena por el delito más inmundo”.

ANTONIO PARDAL.

Los demonios están llorando,

lágrimas de fuego y luz,

llamas de vivo azul,

porque Luzbel se ha marchado.

Se ha vuelto al cielo,

con Petrarca y Machado.

Y ahora toca arpegios,

en el coro celeste,

con sus hermanos,

los arcángeles y sus huestes,

que danzan entre cristales y halos.

Y ahora el cielo está más iluminado,

y de su rostro resplandeciente,

nacen luceros y soles estridentes.

Los demonios están sollozando,

gimen sin consuelo,

porque Luzbel se ha marchado,

se ha vuelto, al cielo cristiano.

Como cristiano al cielo se ha vuelto,

con Neruda y con Cernuda,

con Huidobro y con Otero,

y con licencia de eternidad.

Y ahora toca arpegios,

para Darío y Quevedo,

y sus alas de milenios,

eternizan la eternidad.

Los demonios están llorando,

porque el Cocito se congela,

y sin infierno no hay  planeta,

no hay fuego eterno, no hay condena.

Y arriba en el paraíso,

con Lorca, Vallejo y Alberti,

repasa sus arpegios sagrados,

al compás de Benedetti.

Y en aquel recinto inmaterial,

sus astas se hacen cabellos,

áureos, tersos y bellos,

y sus pezuñas pies delicados,

y su cola un angelical destello;

de la Estigia es su eco risueño.

¡Ha vuelto la luz más bella,

ha vuelto el hijo de la Aurora!

Y así de uno en uno,

bardos y musas le cantan, le exornan,

hasta verle convertido al fin,

en el ángel más puro que retorna.

Serafines cantan en coro,  

cantan dominaciones, potestades,

virtudes y tronos,

porque Luzbel asume su original figura:

la de una mujer más bella que Eva,

con los ojos más claros que la luna,

de piel eximia y nívea,

diáfana y  de argéntea cuna.

Y con todo honor y toda gloria se eleva,

hasta la presencia del Altísimo,

donde ya no es el supremo tentador,

del fuego antiquísimo.

 ROGERVAN RUBATTINO ©

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