**~Narración Ficticia: El Día del Toro~**

Zoraya M. Rodríguez

El toro macho llamado El Gran Trueno. Es un toro vacuno que no se rinde en la plaza de toros. Esta corrida de toros es de mucha envergadura para el comercio y la venta en taquillas donde el toro es el evento más importante de la tarde en un lugar cercado para embestir al toro con las varas de mano. El Gran Trueno lo condenan a ganar o a perder en la corrida de toros. Es una tarde hermosa, el sol en ígneo color, la ceremonia se viste de gala. Es una corrida de toros, en la cual el toro se juega la vida. El Gran Trueno lo envuelve la negrura de la mala suerte al combatir con un contrincante llamado ser humano y este torero se llama El Gran Temible Roedor. Se acerca la hora exacta para dar comienzo al evento más impactante e importante de la temporada. La corrida de toros en la plaza de toros. El toro, robusto, denso, tenso lo agitan para embargar su más terrible pelea. El Gran Trueno vá a salir a escena, lleva su mirada pálida, con temor por los gritos de los presentes, tiene miedo, esta nervioso, sus patas son agudas pero firmes. Su hocico lo persigue todo, el toro El Gran Trueno, lo inhala todo, como suprimiendo al mundo. Sale por la puerta ancha, su envergadura es reacia, fuerte y decidido, es todo un macho. Sin embargo, el torero El Gran Temible Roedor, es un tipo delgado, pero, con una fuerza extraordinaria en sus brazos. El primer ¡Olé! de la tarde se hace escuchar, el toro pasa por la muleta y ¡zás! el estaquillador no se prepara para dar el primer golpe al toro. El Gran Temible Roedor se asusta de ver la fuerza tan temible que posee el toro, que no quiere morir. El Toro El Gran Trueno, sale airoso de la primera punzada de la toreada. Cuando sólo es un tiempo entre vivir o morir entre las manos del más cruel. El Toro, El Gran Trueno, pasea a vuelta redonda a la plaza de toros, como estudiando el evento, mira a los presentes, esta nervioso, sus patas agudas y fuertes, se prepara para el combate y decide enfrascar al torero. Vá directo a matar, hace una vuelta y ¡zás!, ¡Olé!, el toro macho pasa por la muleta y el primer estaquillador lo hiere en el lomo. Sangra, ¡uy, qué mucha sangre!, el toro más macho de la plaza de toros se debate entre la vida y la muerte. Se siente asustado, herido, con ese golpe letal pero, no mortal, es un deletéreo, es un golpe casi infructuoso, porque el toro aún tiene vida. Todavía le queda extrema fuerza, delicada mirada pero aún solloza de dolor. El toro, se hace más notable su fuerza, su capricho en vivir, en no aguantar la fuerte estocada con las espadas. Lleva dos en el lomo, si la fuerza está en la mirada, el dolor no se aguanta, el gemido del toro se hace más notable. Y si fuera más viable, el terrible cañón se hiciera menos estruendoso que la estocada fuerte del ¡zás!, que atraviesa y cruza en el lomo el toro más macho de la región. Cuando se agita el corazón, sus latidos fuertes, agudos y se estremece el torero. Cuando se debate entre la realidad y la veracidad del momento. El toro embiste, se aferra a la vida, aguanta el dolor, y ¡zás¡, otro más fuerte estoque y es tentado el cielo y Dios llora. Con la palabra torear, y otro, ¡Olé!, se escucha gritar entre los presentes. La banderillas hacen lo mismo en el pobre lomo del toro macho. El toro, en su naturaleza de moribundo queda maltrecho, desolado, inmóvil, inerte su cuerpo de un lado en la plaza de toros. Pero, esto no queda así, es un toro agudo, tenaz y audaz. Toma fuerzas de donde no las tiene, no desea la muerte, no quiere morir. El toro embiste esta vez con esas espadas en su lomo que duele como se hiere a un mortal y ¡zás!, tira de un lado al torero y cae al suelo. Esta vez esta su fuerza más penetrante, más audaz, más consistente. El toro queda extasiado por el dolor, queda malherido en el lomo. Se nos hace el día del toro, es tan furtivo, tan real, el espectáculo aún no termina. El Gran Temible Roedor cae en el suelo, malherido, esta vez el toro embiste otra vez, y le entierra un cuerno en su estómago antes de que le quitara más fuerzas en su lomo. El torero no logra aventurarse más en la contienda con el toro, con el toro macho llamado El Gran Trueno. Y no quiere más el trance de seguir toreando, porque no logra avanzar y matar al toro, al gran toro macho. Y queda malherido, casi moribundo, casi muerto por el toro. En la mirada del toro, se nota su furia, su gran egoísmo en dar el último toque al torero, y ¡zás!, por el costado le hace otra incisión con su cuerno y mata en un segundo al torero. El Gran Trueno, devuelve su furia en toda expresión al público, con esos ojos de calor y frío. Entre el secreto de no morir y de vivir bajo el imperio de unos ojos que saben lo que quiere, ¡vivir!. Gana el toro, El Gran Trueno, en la plaza de toros, y se decide, cuidarlo y curarlo hasta que en otra ocasión se haga otro evento para torear con el toro “El Gran Trueno”, porque fue el día del toro.



                                            

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  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 2 de octubre de 2016 a las 00:01
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 17
  • Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
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Comentarios +

Comentarios1

  • El Hombre de la Rosa

    La esencia de tu genial prosa se viste de blanco con tus hermosas palabras, estimada Zoraya
    Un grato placer leer tus versos...
    Un saludo cordial de amistad...
    El Hombre de la Rosa



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