Subí cerrando los ojos al sur de una colina,
Vestida de penachos de viento y tinieblas,
Cuando el blanco susurro del tiempo,
Me advirtió del beso de los muertos.
Y allí estaban todos vivos tras los arbustos,
Tras el tronco del guayacán,
Bajando por las raíces del caimito,
Y en el inagotable asedio del huracán.
Subí arañando mis pies con piedras raras,
Hiedras secas y musgo trepador,
La humedad lo vencía todo,
Y todas las caras,
Apagaban de la simiente siempre al sol.
Cuando vi las glándulas de la luna,
Mis ojos se irritaron, y el fragor del eneldo,
Se coló por mi vientre con la lluvia,
Que anegaba todo el paraje, tan incierto,
Tan pletórico de azul y de Zulia.
Subí y llegué a una cima donde el canto de la sierpe,
Abriga y avisa del ciclón,
Y la piel de la tarde se cuece siempre con temor,
De melindrosos mangos y limoneros,
Que huelen a sangre de olvido,
Que saben a tu amor.
ROGERVAN RUBATTINO ©
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- Autor: Poeta Psibernético (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 9 de octubre de 2016 a las 05:01
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 19
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