El otrora que no sabíamos

en otrora de aquel cuadro temporal,
aquel en cual fuimos un soleado
y lícito alarde de independencia,
con una pausa de ayer, dos veranos,
conectados por la misma conciencia,
separados por el mismo lugar.

en otrora al finito y lusitano
coro de silbidos que nos roía,
cuando el sol dejaba de ser abrazo
y tu luna, sola, se permitía
quedarse en mi cielo en un solo trazo,
aunque siempre se durmiese temprano.

en otrora del idílio agridulce
de los minutos donde no sabíamos
que pesando palabras desde el amor,
tras muchos minutos, nos queríamos,
y la reserva se hacía valor
cuando te veía y hacía calor,
y llovía dentro del corazón.

En otrora a todas esas mareas
que hacían sus estragos en nosotros
y a todos los mapas que se perdieron,
el hoy es diferente, el ahora,
el nosotros, el verbo conjugado,
la mansedumbre de la memoria
hecha un fino pino que rasga el cielo,
donde mi luna se volvía tuya
y el tímido sol se volvía abrazo,
allí, aquí, ahora... es diferente.

Porque ya no se desconoce al amor,
ya no se ignora y tampoco se oculta,
ya no lo guardamos bajo la hierba
ni detrás de la cruda independencia
de ignorar que lo sentimos latir
a uno u otro lado del corazón
siempre que halla plenitud en la risa,
cuando se sonroja como los niños,
o cuando ha llorado como las nubes.

porque otrora es un ayer que recuerdo,
pero distinto del hoy que sentimos,
que se calienta a la espera, hirviendo,
que se queda viendo tu sendero,
tu silencio, tu quietud, tu lágrima,
tu soledad hecha de otoños grises,
preguntándose si al verte en tu faz
habrás de verme detrás del reflejo.

al final, siempre será distinto,
porque otrora no sabíamos de hoy,
y esa constante metamorfosis
que es la vida, siempre traerá de a poco
las caricias para secar las manos
y las uvas para llenar la mesa.

Martin Blythe
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ho bisogno di te, mia regina delle porto