Las noches eran de hielo,
de hielo las madrugadas.
Un soplo frío de invierno
el sentimiento anegaba.
Ni tangos ni bulerías
ni vinos de la comarca,
logran templar el bordón
que llevamos en el alma.
De improviso un torbellino
de ternura y esperanza
irrumpe, arrasa y destruye
en la noche-madrugada.
En el erial de los sueños
nueva savia se derrama
y el singular torbellino
muestra su embrujo y su gracia.
Ya la mañana se acerca,
se aleja la madrugada
con sus aromas y hechizos,
con sus amores y magias.
De la dulce ensoñación
brota una tristeza vaga
y dos lágrimas se pierden
con la caricia del alba.
¡Ay niña, niña, chiquita!
¡Pequeña de fuego y brasa!
¡Qué frías eran las noches!...
¡Qué calor la madrugada!
Manuel González Guerrero
- Autor: Manugongue ( Offline)
- Publicado: 18 de octubre de 2016 a las 13:13
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 126
- Usuarios favoritos de este poema: Rosalways, Lolaila, Lita_81, Inexistente
Comentarios1
Me sentí cantando el poema. (Agradable).
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