La habitación estaba fría, rechinaba la madera como si una mano gigante la oprimiera, retorciéndole los músculos fenecidos y secos, todo el día y la noche la madera se desgarraba en un quejido constante.
No era un frío común, parecía que en el centro del recinto hubiese encallado un trozo glacial del cual se desprendía un efluvio viviente y gélido, que arrastrándose lentamente por cada recodo de aquella habitación, congelaba todo a su paso, los restos de cortinas, las paredes, el camastro, las sábanas, el buró y sobre él las flores entumecidas que permanecían en pie, muertas tristemente muertas pero en pie, nunca se deshojaron, nunca cayeron, daban la impresión de haber quedado detenidas en algún momento, esperando la vuelta en reversa del tiempo para absorber la calidez con la que nacieron y volver a la vida, pero en esa habitación la vida fue un soplo cálido que desapareció bruscamente y después de ahí el tiempo fue sólo una imagen inmóvil del abandono, estático, como una fotografía que intenta reproducir la realidad de un sólo instante, el más irreal de todos.
Está en lo alto de la loma que antecede al pueblucho, está ahogada entre la espeses de la neblina y los mangos deformes que comenzaron a crecer y a variar su naturaleza, convirtiéndose en una especie rara entre árboles y brazos, cuyas apéndices salen desde los troncos y desde ellas mismas extendiéndose hasta donde ella esta y abrazándola, como tratando de esconderla de la vida y sus transeúntes, como tratando de engullirla para que no le siga doliendo la superficie mugrienta de la existencia, ahí está ella, congelada en el trágico momento de aquella despedida, entre el tiempo de la gente y su tiempo que no camina, es la pieza suelta de la escena.
Hace más de 50 años nadie comparte su tragedia, nadie sabe la historia fúnebre que guarda adentro como guarda una madre en sus entrañas la criatura que la acompaña, pero aquella casucha fue a parir los demonios de la locura y nada en ella renace, nada en ella se muere, nada en ella es cierto. Su realidad deambuló entre las bocas primero como la peor de las tragedias, con los años fue sólo una leyenda y ahora el mundo ya no cree, ya no escucha, ahora es cuando ella sólo desaparece.
En el segundo mes de 1985, ella abrió la puerta y entró, la fuerza descomunal que la haló hacia el interior no era de este mundo, la tiró contra las paredes y ventanas rompiendo cuadros, jarrones, vidrios y cuanta cosa estaba congelada dentro, la arrastró brutalmente hasta aquella habitación y de un golpe la soltó sobre la cama. Ella que desde aquel día vivió extraviada del tiempo parecía haber vuelto a sus entrañas, nunca se sabrá cómo llegó hasta ahí, como supo volver, como cayó de cuentas que la esperaban, el punto es que estaba ahí, con la vida encima, con el peso de la cordura nuevamente martillándole las sienes y fue cuando miró a su alrededor y vio las flores como caían deshojadas al suelo, como la cama exhalaba el sudor putrefacto de aquel cuerpo, escuchó como venían hacia ella todos los murmullos y llantos escondidos entre las rendijas, tras las puertas, bajo el suelo, como un tropel de demonios que querían invadirla.
Intentó levantarse, adueñarse de ese instante, asirse de su alma, sostener toda aquella historia sin que el cráneo reventara, tomar la realidad del pasado y someterla de una vez por todas al único chance que tendría para el presente, pero sus rodillas se astillaron como si un rayo las impactara y cayó en el centro del cuartucho, intentó gritar pero su propia fuerza la ahogaba, tenía que inventarse una razón, amarrar algo de ella a la vida, pero no recordaba nada, era como si nunca hubiese vivido en aquel mundo, cuando cayó desahuciada por la razón y la casa había comenzado a caerle encima, abrió los ojos de golpe y vio las tablas mohecidas una a una precipitándose hacia ella, sentía como el suelo iba deshaciéndose debajo de su cuerpo y ella iba hundiéndose en un hoyo oscuro sin retorno, vio como el frío se desprendía de las cosas y se arrastraba hasta ella, entonces acorralada en el pánico que da ver la vida sin ninguna mediación, verle la cara a la realidad, cuando por fin vio su imaginación sometida a ese momento, entonces sintió la tibieza de una mano subir por su torso y hundirse en su pecho, sintió como aquella mano oprimió su alma desde adentro y recordó su sonrisa mientras caminaban en verano, escuchó una vez más su voz diciéndole “el tiempo no tiene amigos, hay que vivir a espaldas de los calendarios, porque tienen la costumbre de acortar la vida”, olió su tabaco maldito infestando la casa, pero aquellos recuerdos nunca fueron la ruta al presente, todo aquello fue siempre un pase a la locura y ahí estaba ella de nuevo en aquella casa que se le derrumbaba encima una vez más y ella ahí imaginando que la muerte se arrepintió le daba la mano.
Desde el pueblucho se escuchó el estruendo de la casa al caer, y la gente vio en lo alto de la loma sólo los escombros de una casa vieja, sólo aquel pequeño al que aún le asusta la historia escuchó como lloraba el alma de aquella loca desgraciada, a la que la casa esperó 50 años para que regresara.
- Autor: la flaca (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 21 de octubre de 2016 a las 19:50
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 35
Comentarios2
Me gusta la forma en que relatas la historia, llena de imágenes, movimientos, metáforas, es dinámica. Muy bien...
Saludos.
preciosa prosa amiga tica, como siempre un placer leerte, Pura Vida, Marco
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