Pureza

Alejandro Abracxas

La inocencialcalina,  divinilutar océanos, oscuras telas del manto marino, pobres criaturas las que no vean el delirio, pobres criaturas la que no sientan el tórax escaparse de su cuerpo y el vientre (de su) pequeño amigo, devolverse en un remolino, pues la sinfonía del silencio es el suplicio.

 

Mis ojos quieren cercenarse en dos y quieren escapar, las botas se me anudan en dos amorosas serpientes, quieren ser un pez, lo infantil trasluce el óptico y el oído, me arrastro y vuelco las escaleras de raíz.

 

La visión del pez escapando del arroyo, encuentra el fango y se llena de tierra las vértebras, exquisita materia no me dejas respirar, así me ahogue.

 

¡MIRA LA SERPIENTE!

 

He puesto la maldiciencia en mi espalda y sus bruces están viéndome y observan la lírica acantilada que fluye a través de mí, Platón está lejos, los gatos siguen caminando y miran a la deriva, tragan saliva para salir al encuentro de la tiniebla, refreno la razón ante la indómita verdad del cuello chueco qué resbala la voluntad de buscar el placer, he desvelado mi entidad miles de veces en intoxicaciones etéreas,  sin sueños, quejándome, de lo que está escrito y se ha escrito una y otra y otra vez, y se seguirá escribiendo, los papiros están ocultos y el conocimiento se vomita.

 

Los espíritus son los mismos, solo el cuerpo cambia, el anhelo brinca, el hombre duplicado,  la desesperación, la desesperación ante la evolución, el cambio constante, el decante, decadente, deja el diente, marca la espalda, marca la hiel, empieza a brotar fuente, se entierra, crunchea la cutis, los huesos, se paraliza la mano, se mueve el mono, no puede moverse el simio, tiene más evolución, se deja la derma como bahía.

 

 

 

 

¿Consumir patrimonios, gastar dinero, invertir capitales?

‒‒ Para cosas inútiles,  impresionare, otra vez, comprar y vender lo que no necesito para un propósito inútil, ¡grito, grito, grito! no puedo más, lo público es público  al mundo la publicidad , aguante las prendas de la aceptación, jugaré con un vagabundo llamado Orfeo, empeñaré lo que tengo para algo que no ocupo y sé que estarás orgulloso de mí, si, así es, y me darás un trono junto a ti, y me besarás la palma,  la oreja se hace una vertebra de lo que escucha, el olor lo busco, y el depredador marítimo otra vez me excita con su cuello, al tensarse arrancando la fuente de proteína roja, cruda de una ternera despellejada, un tesoro caído del cielo, su mana del incendio en el baldío,  tengo un manto de seda  llamado tiberiades cubriendo el cartón del que fui concebido, el mismo que contenía la cerveza que trajeron a los afligidos en otros días.

 

- Nací en la placenta y me devoro el engendro

 

Él me ve con una mirada afelpada, muerta eludible, siempre mirando esperando a que reciba la mirada, pero no lo miraré, el cinismo no me deja verlo, su actuación me asquea, él no es él, es un solo actor interpretando el papel de su cerebro.

Tomaré el cuchillo y le volcaré a tajazos el vientre así sabrá, que participar directamente en la obra, sin invitación, traerá consecuencias infernales a su papel. 

 

La nariz tiene el poderío de encubrir el rostro, tengo gangrenado el objeto llamado cara, mirar a una dirección, buscar un humificador natural, una miasma, comer a un animal de tintes músculos ultrajados,  parecen piramidales, llenos de estelas indistintas de cerámica.

 

¡Es un ídolo!

  • Autor: Alejandro Abracxas (Offline Offline)
  • Publicado: 19 de noviembre de 2016 a las 23:54
  • Categoría: Gótico
  • Lecturas: 48
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