Mi anciana madre,
tan dulce y tierna como el pétalo
de una flor, trabajaba y cuidaba
su familia al compás del reloj,
sin descanso y sin queja.
Por la mañana cantaba mientras
miraba la aurora y cuando
alimentaba las gallinas,
atenta siempre al mundo
de nuestra esperanza.
Aunque en su rostro estaba el
agudo sufrimiento,
la angustia y muchas noches
de desvelo, sus pies forjaron
con valor artesano el sendero
de la felicidad.
Cuando sacudía el trigo,
agotada de sudor, pensaba en
las flores sin agua y en el polvo
intruso de las ventanas.
Pero la fragilidad de mi existencia
se sostuvo anclada en la
inconmovible firmeza de sus ojos.
Así fue siempre hasta el último día.
- Autor: Samuel Santana ( Offline)
- Publicado: 8 de diciembre de 2016 a las 13:59
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 73
- Usuarios favoritos de este poema: Alexandra L
Comentarios2
Emotivo poema Samuel, para esa mujer abnegada, recuerdo también haber leído un poema muy nostálgico para tu padre.
Saludos.
Un sentimiento que sobrevive al tiempo, el amor a la madre, el reconocimiento a su sacrifico y labor en educar y guiar, ella es y será centro de la familia. Muy bello poema. Placer leerte.
Un cordial saludo, feliz tarde, Alex.
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