“En la venganza, como en el amor, la mujer es más bárbara que el hombre”
Friedrich Nietzsche
“Los hombres engañan más que las mujeres; las mujeres mejor”
Joaquín Sabina
LA SEÑORA ELENA
Diez camisas por semana eran demasiadas, pensaba la mujer,
mientras las abrochaba con malhumor a la cuerda de secado.
Era coqueto el señor marido, más de una por día.
Su tema eran las mujeres. Y el hombre de las camisas era presa de una hipersexualidad exacerbada, que el mostraba con burda ostentación.
Una Bugatti Veyron era el instrumento más eficaz para la hechura de su intenso fervor.
Por compromisos del hombre, el costoso automóvil, estaba a nombre de Elena, su esposa, para que no se vaya el patrimonio, por el torrente de sus afanosas deudas, tras un embargo.
Lo mismo ocurría con la casa.
Ella tenía un respeto reverencial por su marido y le producía pánico su carácter; y al mismo tiempo era objeto de su odio más profundo.
Cristiano Ronaldo tiene una, le decía con ironía y malicia, cuando él llegaba por la madrugada.
El hombre no tenía dudas, ni suspicacias, en cuanto al proceder de su esposa; ella sentía un miedo insuperable por su marido y el lo sabía. Jamás lo traicionaría.
El abogado de la familia también lo sabía.
El señor dormía toda la mañana; salía cerca del mediodía y regresaba tarde;
muchas veces de madrugada.
Cuando cesaron los constantes y débiles reproches diarios de
la mujer hacia el hombre comenzó la salida a la calle de los paquetes con huesos,
para que los recogiera del tacho de basura la ronda municipal.
Simultáneamente llegó otra cosa; dos perros muy grandes y muy flacos
que la mujer ató a un palenque, y que diariamente los buscaba
para “atención y paseo”.
Y continuó la dama sacando sus pequeños paquetes con huesos a la basura día por día
con continuidad.
Y a la par el camión de la Municipalidad se los llevaba.
El marido no había regresado del último viaje.
La casa lucia como clausurada.
No se colgaban más diez camisas por semana en el tenderete.
Elena se había ido. Por lo menos no se la veía.
Nadie fue testigo de su partida en la Bugatti Veyron con el abogado.
Ni de cuando la estricnina se mezcló con la carne, antes
de ser arrojado a la basura el primer paquete con huesos.
Dos perros más gordos estaban enterrados en el patio.
La casa tenía un cartel de venta, el abogado negoció con los deudores en forma extrajudicial.
El marido nunca volvió y no tenía parientes.
Y claro está, para la señora Elena no habría sucesión; nadie es heredero de sus propios bienes.
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- Autor: juan maria (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 11 de diciembre de 2016 a las 06:57
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 31
Comentarios2
muchas gracias amigo Yunque...
buena onda
hermoso, me dio una idea...
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