Roberto Maloberti, un hombre con una carga de años imprecisa, vivida en sueños fracasados y obligaciones difusas en los sótanos de un ministerio.
El tiempo hizo que pasara por el escalafón, como quién sube una escalera infinita.
Ese día, tras dejar en perfecto orden su escritorio, salió a la luz, cuando ya el sol se ocultaba tras los edificios, más allá de la plaza.
Un viaje de regreso, en colectivo de setenta minutos, dónde aprovechaba para planificar los últimos detalles de su invento.
El padre, había tenido un taller de electrónica y desde niño supo de válvulas y condensadores, había aprendido el oficio.
Luego con los nuevos tiempos, llegó la computación y la automatización. Estos conocimientos afiebraron su imaginación y decidió crear un robot mujer.
Lleva avanzada la mecánica del cuerpo, un increíble esqueleto con innumerable cantidad de servos, que contemplan la multiplicidad de movimientos de un humano.
La parte externa, la solucionó con una de esas muñecas realistas, la que desolló minuciosamente, para vestir su esqueleto. El modelo elegido, contemplaba todos sus ideales femeninos, reconociendo en su intimidad el enamoramiento esperanzado que sentía.
Solo le falta la programación, en realidad, solo le falta la vida que humanice su creación.
Roberto, está sentado frente a la computadora, cargando lentamente el vocabulario y su significado. La mecánica de la gramática y la rutina expresiva de cada frase posible.
Ira, placer, picardía…, tantos y tan variados son los sentimientos.
Inconscientemente Roberto, suponía que por alguna oscura razón, automáticamente o por pura magia, el programa por sí mismo enhebraría la lógica básica, en razonamientos complejos.
Pensaba que el programa, no debía relacionar una expresión alegre con palabras agresivas, o lo que sería peor aún, que agrediera ante una situación simpática, ansiaba que correspondiera a cada una de sus actitudes con el reflejo de su intención, quizá en contraposición a la realidad que le ha tocado vivir.
El robot, en su imaginación, una bella mujer, debía ser el remanso seguro, que lo esperara a diario, al principio de forma simple contestándole con simpleza, para lentamente llegar a una relación más compleja, dejando que la inteligencia programada crezca por sí misma.
Son las dos de la mañana y Roberto exhausto apaga los equipos, con una insoportable sensación de gestar un nuevo fracaso, ofuscado en su entendimiento intentará dormir unas pocas horas, antes de ir al ministerio.
En la penumbra, su creación, aún sin vida lo observa con una imperceptible sonrisa.
- Autor: Esteban Couceyro (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 13 de diciembre de 2016 a las 10:07
- Categoría: Surrealista
- Lecturas: 30
- Usuarios favoritos de este poema: anbel
Comentarios1
Pobre Roberto....Un sincero abrazo.
Un soñador, ingeniero de su propio fracaso, cayó en la trampa de la "realidad propia"
Te saludo, mientras decido si le coloco una peluca rubia o castaña, al robot.
Esteban
Roberto se va a encontrar con un serio problema....su creación ¡¡¡¡No tiene corazon!!!!.Otro abrazo.
( a la espera de mas historias)
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