Junto a la casa la dilatada espera del patio,
en el patio la supuesta inmovilidad de las flores
el movimiento ineludible de la abeja.
El agresivo verano nos dejó sin palabras,
entregados al doloroso cristalizarse del aire.
El viento se fracturó en zumbos, murmullos, ronquidos,
en secos estertores de caparazones reventados,
en polvo imperceptible que encona los sentidos.
El verano nos agredió y agotó
con sus lluvias tormentosas que dejan un gusto amargo
en las líquidas noches donde no hay lugar para el sueño
cuando la sábana cae de la cama arrastrándose como una vela mojada
y las manos buscan su alivio en las grutas del sexo.
Después apareció detrás de la verja, en su traje de cartero,
el hombre que recoge las hojas aplastadas en la vereda,
hojas oblongas, acorazonadas, lobuladas, dentadas,
con sus delicados caligramas en transpariencia,
y tuvimos la certeza de que la estación se había terminado,
de que ya era la hora de cerrar las ventanas
donde el cielo se caía a pedazos bajo los árboles herrumbrosos,
de que pronto ya comenzarían los carteos interminables
en la recogida humedad del escritorio,
llenos de desamparo y labios cerrados,
de agua dura y cortada y hielo en los dientes,
de agua oscura y turbada en la orilla de los labios.
- Autor: andrea barbaranelli ( Offline)
- Publicado: 29 de diciembre de 2016 a las 10:21
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 94
- Usuarios favoritos de este poema: valecamachom1, Mauro Enrique Lopez Z.
Comentarios1
Oh wowww; me encanta tu arte.
y a mí me encanta que te encante
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