Eslabon 20: Sobre el confeso no-asesino confeso

"Quiero contarles que yo hasta ahora no he matado a nadie. Es decir que les confieso que soy un no-asesino confeso pero no crean que esta declaración-confesión les da algún motivo para tranquilizarse. La verdad es que la tranquilidad, esa que tanto buscan, es justamente la antítesis de la vida: esa que tanto valoran. Así que no tengan en tan alta estima a la tranquilidad. No hagan yoga ni tomen sedantes ni lean textos de autoayuda ni recurran a psicólogos que les digan que en sus vidas todo va a mejorar ni vayan a los templos a escuchar como algún dios les perdona sus pecados, no se queden tranquilos. ¿Por qué?, porque solo los muertos están tranquilos y dejaron de preocuparse y perturbarse. ¿Por qué? porque se hicieron tierra y excremento o cenizas y aire y agua... se hicieron naturaleza, fertilizante, que debería ser el fin último de cada quien... No se queden tranquilos, eviten los placebos, busquen la adrenalina, vuélvanse locos. Es todo lo que yo: un confeso no-asesino confeso tengo para decirles. Yo, el predicador de las causas injustas, de la vida vulgar, del hastiarse... yo les digo que no se duerman en sus nubes de conformismo, que no se crean felices, porque los felices mueren y ya no resucitan, ni como polvo ni como excremento de la tierra... ni como los imbéciles que fueron en vida..."

Esto es lo que estaba yo predicando en los pasillos del pabellón, ante la atenta mirada de al menos una docena de pares de ojos y de un tuerto. Lástima que la maldita enfermera me escuchó y no sé por qué... pero me tiene miedo... miedo a mis palabras y a la fuerza de mi mensaje... a la liberación que propongo... y me llevó de allí y me dio sedantes para dejarme tranquilo. No sabe que son estas las cosas que me inquietan... son estos detalles los que convierten a cualquier confeso no-asesino confeso en un  monstruo miserable... o sea; en sí mismo...