El rencor de un odio
que el corazón aplaca,
hoy son lágrimas teñidas
con el llanto de mis palabras.
Tedio, hastío, solo odio.
Tiempo de triste espera,
tiempo de triste nada,
¿para qué el detalle de un silencio
si en la ignorancia es triste ruido
acompañado de falsos hechos?
El cierzo cubre de amarillo
sobre mi cuerpo devastado,
abatido con ojos apagados,
ya no siente nada,
quizás el dolor de una pena
como tantas que le visten,
quizás un adiós
o del olvido sus ansias,
pero sé que nada.
No observes el rubor del cielo,
acércate a ver qué guarda,
a veces un color que atrapa
lleva consigo la condena
de un castigo tan fiero
como el traidor fulgor que refleja.
Tedio, hastío, solo odio.
¿Cuántas veces te he mirado
buscando la calma de tu sonrisa,
viendo en ti tu luz
y en mi puño mis males desolados?
En el tacto de tus labios
se dibujan mis deseos,
solo pensar que en mis sueños
te he tenido
aún sintiéndote tan lejos,
y ahora nada,
solo el dolor de un amor,
de una vida.
Desde el pecho al alma
me desnudan tres heridas,
dos por las veces que te he llorado
y el adiós emprendió un camino
que no conozco,
y otra por la sangre que estas latían
mientras tu desdén las alienaba.
En mis manos se forja la soledad
que vaga entre esquinas
de una ciudad sin habla,
muda por no acariciarla tu voz,
ciega por no ver el alba en tus ojos,
vacía por no sentir tus manos
paseando entre sus calles,
pero nada, solo nada
y el dolor de exasperante eco.
Porque duele lo que escribo
igual que me duele no tenerte.
Porque seré una gota de lluvia
que manche de tristeza los valles,
o porque sin ti solo dejaré de ser.
Pero hoy quiero cubrirme de luto
por mi amor y por mi pena.
El frío más que nunca
sabrá tenderme su lumbre
y envolverme para no soltarme.
Quiero atravesarme con la bala
perdida en algún lugar del horizonte,
quiero devolver mi humilde corazón
al río
y tal vez deambular entre la corriente
eternamente.
Quiero sentarme en una piedra
y escribir sin papel y sin pluma,
todas las veces que un te quiero
no te supo a nada.
Voy a soltar tu recuerdo
entre las cumbres
aunque mis suspiros lo recojan,
voy a dejar que el viento
se lo lleve lejos
aunque en su viaje mi inocencia
se empeñe en seguir
queriéndote.
No voy a decir nada si regresas,
no diré nada si te vas sin leer
aquello que te bordé en el pañuelo
donde hundí mi rostro bajo el temor
de que fuera cierto.
No voy a detenerte
porque me niego a creer
que de verdad te marches
a ninguna parte
sin llevarme antes contigo.
Podrás no amarme nunca,
pero no podrás odiarme
por amarte tanto,
y tanto es,
que al dolor le dejé espacio
entre mis versos
para poder sentirte cerca cada vez que
anotara un nuevo escrito en mi diario.
Tedio, hastío, solo odio.
Dolor del amor, dolor de la pena.
¿Qué sería de las paradojas
si no te quisiera tanto, tanto...?
Doce es lo que marca el tic-tac
de una tortura que nunca duerme,
como doce el reflejo de cada letra
que perfila tu contorno sobre el verbo,
amarte y quererte con el dolor,
con el rumor, con el silencio.
Por cada mes,
el vaivén del olvido
que se queda corto
y que depués de todo tampoco
anhelo,
pero por todos,
mi alma extrañando siempre tus besos
y la ilusión desafiante en tu mirada
esperando que me tiente
a urdir el deseo.
- Autor: .Luz del alba. ( Offline)
- Publicado: 7 de enero de 2017 a las 20:39
- Comentario del autor sobre el poema: Doce, más que un número, más que un tiempo, cada instante de amarte con el dolor, con el silencio.
- Categoría: Amor
- Lecturas: 45
- Usuarios favoritos de este poema: Juliana Agredo, Viento de amor
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