Una ráfaga de radiactividad me pasa por la cara, mientras me dicen que no respire y una luz naranja titila y otra blanca me ciega la vista; detrás de mí hay una mujer que me cuida mientras sigo en ropa interior acostada en esa extraña máquina y mis manos y pies están congelados al punto de ser morados o azules.
También hay una extraña que me toca mi sexo, sin ningún morbo.
Tengo la sensación de volar en la habitación cuadrada y espaciosa, debe ser el hambre, no tengo nada en mi estómago.
Comentarios2
ajajaaj es como ciencia ficción de los años 40!
y no sé, me provocó risa el final
bueno leerte!
saludos
Sabes, la última parte es graciosa para mí también.
Nunca me ha pasado, pero siento que describes muy bien lo que es estar en esas máquinas que hacen radiografías. Se me hace interesante tu escrito porque encontraste poesía en como lo ya mencionado, a menos que me esté equivocando jaja
Un gran saludo!
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