Prendida su lámpara de aceite
deambulaba a diario por Atenas,
lo veían muy de mañana.
Siempre ajeno a cualquier deleite
con nadie compartía sus penas,
de mente abierta, muy sana.
El filósofo Diógenes de Sinope
en la plaza pregonaba esto,
a diario lo repetía:
-No estoy loco ni miope,
"busco a un hombre honesto".
A todo el pueblo decía.
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