Anduve por aquí... ya me voy por donde he venido.
Supongamos que tú estás a mi lado, caminas a mi lado.
Supongamos que no eres ni mi novia, ni mi esposa, ni mi hija,
ni mi amiga.
Supongamos que no eres nadie, pero no dejas de ser tú.
Entonces caminamos por un sendero angosto rodeado
de árboles gigantes, entre la vegetación tupida en donde sólo hay sombras
(no vamos de la mano).
Apenas, de vez en cuando, un rayo de sol se escabulle entre las ramas.
No hay brisa y si la hay no se percibe. A la izquierda, abajo, el río con su
espuma y su rumor constante, al que a veces no deja ver la muralla verde
de la fronda. A la derecha el bosque con sus brazos de madera que trepan
hacia el cielo. En el suelo la hojarasca (la misma del poeta), palos secos, gajos,
cañas entrecruzadas, rastros de animales diminutos. Un rojo se desprende como
una campana tersa y silenciosa.
Y la permanente musicalidad de cientos de aves ocultas con su entonación disímil
y a la vez acompasada. Pequeños grititos, débiles gorjeos que de pronto son
tapados con un estridente trino que se hace eco por allá, más a lo lejos.
Tropiezo con una raíz, casi me caigo. Sonrío. Sonreímos. Qué paradoja, no hace mucho
tropecé con una baldosa saliente en una vereda cerca de casa y la maldije, escapando
de mi boca una serie de improperios dichos por lo bajo. Ahora un hecho similar me saca
una sonrisa. Todo cambia en este ambiente, el aire es otro, puro, vivificante, los aromas son
otros, suaves, amigables, naturales. Todo cambia. Uno cambia.
El cansancio se hace notar después de tanto andar por este caminito de subida y bajadas.
Vuelve el ánimo ante un nuevo espectáculo, tal vez igual que el anterior, tal vez distinto,
pero tan bello como todos. Un claro en la vegetación nos permite admirar el caudaloso río
de andar esmeralda y festones blanquecinos. Al fondo el imponente lago y en su orilla
opuesta, por sobre el manto forestal que asciende, la montaña con su blanquísimo glaciar
besando el azul del infinito. Una lancha que parte seguida por otra que parece su cachorro.
Seguramente que tanta majestuosidad, tanta hermosura, se debe reflejar con más belleza en el iris
de tus ojos. No puedo verlos. Solamente eres mi compañera imaginaria en esta caminata, la que se
sienta a mi lado en el descanso y me sonríe. Y me hace sonreír.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
- Autor: benchy43 (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 24 de enero de 2017 a las 13:37
- Comentario del autor sobre el poema: Hola chicos! Les dejo algo de mis recientes vacaciones. Les deseo un año feliz, pleno de salud y prosperidad. Mi cariño está con todos ustedes.
- Categoría: Naturaleza
- Lecturas: 136
- Usuarios favoritos de este poema: Rosalways, Alexandra L, Inexistente, Lolaila
Comentarios5
Ruben:
Bienvenido de nuevo.
Me transportaste a ese bosque
con tu sentido relato.
Un abrazo de amistad.
Muchísimas gracias, estimado amigo Fabio.
Un abrazo.
Ruben.
Tu texto me hizo pasear contigo y disfrutar de esa bella naturaleza que con tanto detalle y transparencia describes. Tus letras transportan mi querido amigo, un placer disfrutar este hermoso paseo. Cuidado con las rama a la vuelta.
Abrazos de cariño
Rosa Maria
Gracias, amiga. Me ha hecho sonreír, justamente salí con un raspón en el brazo.
Cariños, Rosa María.
Ruben.
Cuanta belleza en todo este paisaje, pero mas aun en la capacidad de percibir o crear esa compañera que a su lado va durante el recorrido, y que le hace sonreír. Placer de lectura.
Un abrazo, feliz dia, Alex.
Muchas gracias, querida amiga, siempre tan gentil.
Cariños.
Ruben.
No supongas, ten por seguro que se te echó de menos... No supongas, ten por seguro que la calidad de tus letras no es facil de igualar...
Encantada de leerte de nuevo y, muchas gracias por este paseo de incomparable belleza.
Un abrazo.
Muchísimas gracias, querida amiga.
Cariños.
Ruben.
Me encantó tu relato sobre esa naturaleza que te acompañó durante ese caminar mostrando bellas imágenes. Bienvenido de nuevo. Saludos
Muchísimas gracias, muy amable.
Un abrazo.
Ruben.
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