El flujo a través de mi pecho es indecente.
A veces rojo, a veces verde.
Siento el gruñir de la bestia roja,
Y el lamento de un beso perdido en la marea azul.
El rojo se retuerce al calor de la desesperación.
El verde y el azul se abrazan para alumbrar una ola esmeralda, llena de paz y del brillo de un alba eterno.
Es el rojo, el fuego, el ardor, el que oblitera toda la fragancia de un azul estelar.
Ahora me consume el sudor y el espanto, y es el añil el que domina sobre mis lamentos.
Ya la luz del sol no calienta mis pesares, pero es el color de la vida a la que se aferra el alma.
Es el color que me observa impasible, y sin embargo, lleno de alegría, cómo me hundo en el abismo del negro.
El negro que me atormenta y destruye, pero que abrazo cuando navego en la búsqueda incansable del arco iris.
El rojo y el amarillo me queman la piel, hoy ennegrecida por el deseo inconfesable de la flecha envenenada que se lanza al aire de la inocencia.
Mi vientre se estremece ante la lucha sin fin de los colores de la vida, con todos sus matices, con todos sus extremos.
Yo me veo en los espejos del agua con todos mis colores, observando cómo se degradan y se alejan hacia el negro, que siempre me espera en el allá.
Así se llenan mis oquedades de tristeza y soledad, desvaídas, inservibles, cargadas del extraño suero de la negación.
Pero llegará el día pródigo pleno de luz de sol, con las mariposas de la alegría y la felicidad.
Ya no sentiré que roban mis colores.
Y yo correré entre las estrellas, alcanzando lo más sublime que mi vida se propone.
- Autor: Ezer Cohen ( Offline)
- Publicado: 13 de febrero de 2017 a las 02:46
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 51
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