Sobrellevo el retiro con la cabeza hundida entre las manos y sin exhalar una voz. El infortunio me arraiga de nuevo en el suelo de mi nacimiento. Después de su muerte, una figura suspicaz adivina el sentido de mis pasos.
(El cautivo de una sombra)
José Antonio Ramos Sucre
Se me TRITURAN los huesos, las vísceras y el ente que siento en mi. Mi risible cuerpo desaparece, se esfuma entre manos que se alzan al tocar lo que se aleja.
Es aberrante el aroma que exhalan las esquinas de esta casa. Cada rincón se viste de pieles asqueantes a la vista. Las paredes posan muecas arlequinescas.
Mi suelo retumba al son del empuje mortal; al molino de ganas y pasión. Grito al interior, entre mis músculos cansados, mi piel rasgada como tela de fieltro. Soy un asbesto viejo y polvoroso.
Exorbitante es la angustia, el futuro entró en duelo con lo incierto, lleno de dudas y fobias de existencia fetal. Paseo, recorro y ondeo templos frígidos en cada lapsus mental.
Una bestia vestida de cadenas enrrolladas golpea mi falencia más exteriorizada. Alterado y paranoico entro en constructos de delirio e inquietud. Soy un perro persiguiendo carros, un Quijote peleando con molinos y tornados de insultos y egoísmos palpitantes.
Sin Sanchos acompañantes, solo Hydes que no realizan su función: acabar con todo enemigo sin la más mínima culpa. Estoy simplemente disociado, uniendo partes que no concuerdan no encuadran en el marco soez.
Solo la punta de mi grafito empedernido, controlado por el peso de mi brazo. El cuaderno es más fuerte que yo, es el único Hércules que resiste cada letra, cada oscura ánima que llama a perderme.
Emprendo la huida, una fuga; a una cueva ajena, platónica. Decorada de vejados cuerpos ambivalentes, quienes posan semi desnudos en rimbombante herejería movible.
Mis pupilas dilatadas abstraen recursos estéticos irremediablemente vacuos. Puede que muertos con oxígeno, que con la simple idea del porvenir enajenado; plantearon voces y construcciones arquetípicas en miradas al techo. Esas miradas proyectivas que sin digestión alguna dan señuelos de metas abstractas.
No es fácil, quien dijo lo contrario, seguramente el necio. La medida firmada como pacto con el mal, poseía kilogramos de carne en descomposición, así mismo, cargada sobre mis hombros me tocó llevar.
Fue sin duda, la empresa más difícil y adversa que un pichón de pájaro por años, acude a tomar. Las marchitas caras que aparecían intinerantes desarrollaban un corpúsculo de faenas intransigentes. Eran muecas de payasos disfrazados por el reir de niños. Esos imbéciles los detesto.
Pero sí, en ese arpegio inocuo derrame mis rodillas. Obstruidas de sensibilidades y contemplaciones humanistas, perdidas por los estragos del oficio de vivir para un fin y no un medio.
Wiston Llovera
- Autor: Dialec (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 22 de febrero de 2017 a las 09:14
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 58
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