Todo olvidé al besarte
y las luces se apagaron.
Solo dijiste "no pares"
y desde entonces
así ha sido.

La lluvia se detuvo para espiarnos
y relegar la responsabilidad
al destino que escogimos.
Fue un aféresis de almas
donde el residuo
fue el ardiente ósculo
que nunca olvidaré.

Me has aprisionado en el deseo
para morderte más allá de tu piel.
He rasgado todo tu aire areolar
y cada luna llena me encuentras
en el mismo escollo sagrado.

No separes el aire de los besos
ni el límite de nuestra locura,
pues he bebido los brebajes
que con tu presencia purificas.

La única advertencia anticipé
a todo el origen, fraguas donde
recreaste mi ilusión fortuita,
congelado el fuego del metal,
de jamás tocarte sin razón.