Qué seriedad la del niño
pisando en el barro los reflejos
de la luz irreal de las farolas,
el barro brillante saturado
de lluvia que repica y corre
por humildes regueros cosmogónicos.
Qué perfección del portaviones
de plástico flotando en el alcorque inundado:
la plaza solitaria la señal
acuciante de la hora tardía,
la plaza metafísica el reloj
del tiempo deformable.
Qué seriedad la del hombre
mirando sus fotos de niño;
así tuvo que ser, desterrado
de aquel tiempo mítico.
La lluvia continúa cayendo
aquí como entonces;
los paraguas abiertos invidentes
se abordan sin pedir disculpas.
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Autor:
Luis Velázquez Buendía (
Offline)
- Publicado: 6 de marzo de 2017 a las 10:48
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 54
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