Frío, sólo y derrotado,
cabizbajo mirando hacia el suelo,
siento el pecho congestionado,
víctima de la precuela de mi fracaso.
Atónitas se encuentran mis virtudes,
resentidas por bajar la guardia,
confiar demasiado en mis actitudes,
provocaron mi agonizante caída.
Y es que no tengo a quien culpar,
si yo soy el destructor de mi vida,
tantas personas que me dijeron amar,
y a cada una les conduje a su huída.
Sin titubear martiricé mi gran estrella,
esperando que su lúz jamás se apagara,
ahora me cuesta si quiera encontrar su huella,
mi alma se ahogó, no creí que así acabará.
Derruido se encuentra mi pensamiento,
fantasmas de lo que pude ser se anidan en mi cabeza,
agobiantes deseos de verme muerto,
se burlan de mis ideas de grandeza.
Y al final de mi camino,
ahora veo como se extingue mi lúz,
jamás pensé en que acabaría mi destino,
pero ahora sólo espero a Jesús.
Derechos Reservados
Autor: César Alanís Morales
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