“Taconcitos”
(Leyendas de La Colonia)
Cuando se apagan las voces, cuando terminan los compromisos, cuando el mundo duerme y el silencio reina en medio de las tinieblas, los mitos cobran consistencia y las palabras escritas en agua se reflejan en los muros donde el pueblo escribe…
Hay sombras que nadie consigue ahuyentar, hay enigmas que desafían la razón y en medio de esta contradicción se abren paso, persisten en el tiempo y trascienden a los hombres. Nadie llego a conocer su nombre, ni su origen, hasta llego a ser un secreto a voces que muy pocos se atrevían a comentar por el temor a sonar miedosos o infantiles, mas lo cierto es que desde hacia tiempo en diferentes cuadras de La Colonia aquellos pasos se dejaban escuchar, a veces de madrugada e incluso en pleno día. Era como que si una mujer caminaba en tacones por las sala de la casa o por las habitaciones e incluso por las calles pero cuando se quería ver de quien se trataba, salía corriendo y se desvanecía de la misma forma que venía; nunca nadie le vio el rostro, mas se decía que se trataba de una niña que caminaba con los zapatos de tacón que le quedaban grandes y que entraba a las casas buscando a su mama, recorriendo las calles tratando de sortear suerte y hallar a alguien que por largo tiempo no conseguía encontrar .
Se cuenta que en los inicios de La Colonia, cuando aun no estaba totalmente habitada y no se había terminado de construir todas las casas, eran pocos los vecinos y ante el aparente aislamiento en el que Vivian, casi todos se conocían y se ayudaban mutuamente, dado que en esa época a La Colonia no entraban los buses urbanos lo más cerca que llegaban era al mercado de la Florida y desde allí aquellos primeros que la fundaron caminaban hacia sus casas después de una larga jornada de trabajo. Por esos días cada poco se sumaban nuevos vecinos, lo cual despertaba la curiosidad de los que apenas se estaban instalando pues querían conocer quiénes eran, cuántos niños tenían, de donde venían en fin, mas hubo una mujer que se traslado sola con una niña se dice que era de poco hablar al punto que nadie le llego a saber el nombre, nunca se supo si tenía marido o de familia alguna y a la niña no le permitía relacionarse con los otros niños, a pesar de que aun en las cuadras habían casas vacías. Se dice que vivieron en una de las casas que dan justo debajo de la bomba de agua a orillas del barranco que da a la finca Lo de Bran.
Como siempre sucede con personas extrañas, se empezaron a hacer juicios gratuitos sobre esta mujer, algunos decían que era una bruja, otros que era una de esas de familias ricas que tras haber deshonrado a la familia con su conducta son como desterradas de su círculo social. Se dice que era una mujer bella de pelo profundamente negro como de azabache, de mirar altivo, con gestos de dureza y amargura. La niña era el vivo retrato de ella, pero de mirada dulce. Durante el tiempo que vivió en aquella casa se las valió por si sola para enfrentar los retos que enfrentaron los primeros habitantes de La Colonia ante la falta de transporte público, la falta de lugares cercanos para abastecerse de alimentos y las cosas necesarias, el aparente aislamiento de La Colonia que era como una pequeña luz en el horizonte ante el verdor espeso del que estaba radiada debido a los barrancos. Los patojos apenas se daban cuenta de estas penurias, pues como es natural a ellos solo les importaba jugar y para ellos todo aquello era su campo de juego, donde cada día se sumaban nuevos invitados.
Corría el mes de septiembre y la lluvia no cesaba, en las banquetas se formaban charcos de agua en los que los patojos jugaban con barquitos de papel o chapoteando el agua de alegría cuando la lluvia les daba una pequeña tregua para luego volverse más incesante como un temporal, por esos días se cuenta que llegaron los dueños legítimos de aquella propiedad que habitaba aquella mujer con su hija y al verlas le pidieron abandonar la casa, a lo cual la mujer no accedió, por lo que días después fue sacada a la fuerza en una noche lluviosa y obscura, ante el tumulto que se armo se dice que la mujer se fue hacia el barranco sin llevarse nada. Aquella casa no contaba con servicio de energía eléctrica y apenas una vela la alumbraba. Los dueños de la casa a como pudieron fueron bajando algunas cosas del camión de mudanzas, con la esperanza de dormir en su propia casa y terminar la mudanza al día siguiente, cuando estuviera claro y quizás la lluvia les diera una tregua. Aquella familia como pudo se acomodo en la sala y nadie se percato de que la niña dormía en la primera habitación… La niña despertó de madrugada llamando a su madre y al no podarla encontrar corrió por toda la casa, al ver a aquellos extraños, pensó que seguramente en sus sueños se había salido a jugar a otra casa y se había quedado dormida, lo único que le pareció extraño es que no podía encontrar sus zapatos, por lo que tomo unos zapatos de mujer se los puso y salió a buscar a su madre…
Nunca más se volvió a saber de aquella mujer, ni que rumbo tomo, ni él porque se había ido dejando a la niña, tan poco se volvió a saber de la niña, ni que fue de ella, ni si se reunió con su madre, lo único que se sabe es que de vez en vez se escuchan aquellos pequeños pasos de aquella niña de mirada dulce, pelo negro profundo de azabache buscando de casa en casa, de cuadra en cuadra sin poder encontrar…
Oxwell L’bu
- Autor: Oxwell L'bu (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 30 de abril de 2010 a las 16:00
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 47
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