El lamento de una flor,
el eco bajo un puente,
el tarareo de alguna canción pegadiza,
cualquiera de tus sonrisas,
las gotas de lluvia de una tarde de octubre
o el escalofrío de un pasillo a oscuras.
Soy de guardarlo todo en cajitas.
Árboles para subirlos,
ser dragón en las alturas
y luego bajar para contar la historia, no para dibujarla;
no trazo dibujos en mi repertorio: llegué demasiado tarde a esa entrega.
Nunca lazos de raso,
ni en el pelo, los vestidos o el alma;
y si no, preguntadle a mi madre por mi infancia y nuestras batallas.
Que adoro el viento en la cara
y desde que aprendí el cómo
nunca he dejado de leer lo que trae cuando se viste de tormenta.
Botas para pisar charcos
y el resto, descalza.
Y cualquier baldosa de cocina o de acera
para echarle un baile.
Ganas de reír
de llorar
de gritar
y de enredarlo todo para hacer otro poema. Eso siempre.
Y que no todo vale
pero sí hacerle trampa a los miedos
para que no hagan nido en mí.
Cable rojo o azul
sin mapa ni instrucciones
que por eso a veces salto en mil pedazos;
pero cuando no,
aprovecho la tregua
para vestir vidrieras con los restos de mis naufragios.
Y que sigo tapando huecos
con lo que me traje de la infancia en los bolsillos.
Sobre la rama de cualquier árbol,
y entretenida, ya sabes, con cualquier historia,
así, a sonrisa y media del suelo,
no me busques en ninguna otra parte.
- Autor: CARMEN QUINTEIRO ( Offline)
- Publicado: 1 de abril de 2017 a las 05:50
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 156
- Usuarios favoritos de este poema: Texi, aarques9, Y del Ávila
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