Hasta que no llega el desgarro no destierro
la aspereza al confin, donde la uña salta, donde la
lluvia besa, donde las pestañas muerden a golpe de
vista.
El corazón no es reloj de enamorados hasta que
dan las siete y comienzo al salivar con verte. En la
aspereza de las horas hay pocas conversaciones
con el reloj, no me interesa seguir ningún ritmo.
No entiendo de metáforas porque la vida me viene
grande y solo veo lo que me sobra por doquier.
Y es tan ingrata la muerte que no me asusta, miro
dentro el hálito gris como humo, un desprecio,
más lejos que el silencio. Mi amada ha llegado y respiro
tranquilo, hay menos muerte de la tarde, algo más de
vida en la noche, menos agujero, más hueco.
Luego llegan los sueños, los minutos se apagan o,
más bien, se derrotan por la ingencia de los espacios
ocupados.
Más adelante se despierta el paisaje, con su ornamento,
lágrimas cayendo. Salir de casa con rumbo hueco de un
pan sin miga,
un campesino sin huella tras de sí, sin la vigilia de
su surco, un olvido antes de que llegue el nombre a
nombrar, el odio al odiar, el "lo siento" a perdonar, el
beso y el verso a decir "te quiero amigo", porque de
verdad te quiero, y si no te lo digo reviento.
Comentarios2
Impregnado de muchas certezas.
Muy bueno!
Saludos,
Ross
Muchas gracias por vuestras palabras. Un saludo afectuoso.
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