1
RINGLERAS DE CONFIANZA
Confiar más en el pie que en el zapato,
en la paño del vestido que en las lentejuelas,
en la puerta abierta más que en los cerrojos.
Nunca en ti solo, siempre en afables manos.
Confiar más en los escalones invisibles
que en los cómodos rellanos inertes que no progresan.
En las piernas más que en pantalones de moda
que se pierden en corrientes de tiempos anacoretas,
Confiar más en la uva que en finos licores de copa,
Más en los vasos gruesos que en frágiles cornucopias.
Más en la creatividad y el ingenio que en los cubiletes del oro
que tientan la des virtud del ocio absurdo que asombra.
Confiar más en las pezuñas del viejo toro
que en la soez perorata que lame su propia lengua.
Más en el muerto que en ataúd ostentoso que se quiebra.
Percibir más la mirada de confianza que en la visión turbia del anteojo.
Confiar más en la ternura de la palma sincera que no se retira
que en la inseguridad de la mano que sin lógica aferra.
Más en el vuelo libre que en la pluma pesada,
más en los nimios detalles que en las colosales medidas
que plantan inanes semillas en un campo de rastrojos.
y más en la niebla que en la retina opaca del ojo.
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2-
UNA MANO DE MUJER
Andaba ya mi dolor clavado
en la espina de mi pena,
como el alma lacerada de un esclavo
flagelado de azotes.
Congestionada la sangre en mi vena
como un forajido tras rígidos barrotes,
cuando se dió mi sed a beber
bajo el pino que llovía trementina.
Mi calzado plegó su cordel
al pactar libre mi paso con la vida.
Tras la hierba espesa el grosor de la maleza
escondía la solución de mi hambruna,
un cultivo de abonadas frezas
que mis dientes
no mordían del tiempo de la cuna.
Pedí a la tierra grabara mi huella,
porque ahí, tierra mía,
ahí donde duele la ausencia,
se hiere con púas el alma.
Reclamé un alma bella en una retahíla sagita
clavando el corazón
que por las noches de olvido se desangra.
En la vasta distancia que te extraño
dejé un jazmín en tus manos
y en el marco de tus labios un beso sentado.
Se dieron mis ojos su capricho a dormir
bajo el amplio paraguas de luna nueva.
Mi pecho instaló la esperanza de vivir
y que el alba trajese una mano de mujer
en el centímetro indivisible de la legua,
disipando la bruma instalada del ayer.
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3- LA LUNA CEDÍA ROSAS
La luna cedía rosas
henchidas
de estrellas,
a la sed labial
nocturnos aromas
de espíritus silvestres.
El jardín con sus rocas
fundía ventanas
y sobre el vientre
mi amada trigueña,
era corola reina
de las pistilos.
Al silencio de centellas
crisol de oros verdes
derretía azahares erguidos,
áureos brillantes aleados
en los cabellos lacios
develaban huellas
mis dígitos encelados.
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- Autor: RICARDO ALVAREZ ( Offline)
- Publicado: 7 de abril de 2017 a las 09:54
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 53
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