Se halla la Verdad al comienzo,
Se adivina a la postre la Verdad.
Se cree, la creamos caminando, como a los pasos;
O, más aún, tropezándonos, como creamos las piedras.
Se la juzga diabólicamente santa,
Pérfidamente esquiva, luz mala, amante ingrata.
La Verdad, ese niño que se pierde en las playas
Atestadas, donde nadie aplaude.
La Verdad, capaz de revolver estómagos,
Próxima a cubrir todos los seres con su revuelta.
La Verdad, como palo en la perpetua rueda de las repeticiones,
Encallando las cosas para que el silencio hable más
Que todos los balbuceos juntos.
La Verdad, cortando las telarañas del fijo cauce,
Haciendo que el agua contraríe su propio curso
Y las margaritas ya no sean flores sino mujeres
Capaces de exfoliar sus destinos.
Se vislumbra, se entrevé, se entrelaza
Entre otras cosas menos ciertas o menos contundentes
La Verdad abate con sus caudales de fuegos mudos,
Calcinando aquí y allá sin pedir perdones ni permisos,
Pero recibiendo las profundas gracias de los liberados.
- Autor: Necrofagotimes (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 15 de abril de 2017 a las 11:22
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 35
- Usuarios favoritos de este poema: Texi
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.