-“¿Cómo estás campesino...?”-
-“Yo muy bien y usted…”-
-“Aquí con la faena encima…”-
Jacinto, se dispone a enfriar las sopas con que se alimenta en el almuerzo.
-“Hay revolución allá en el campo cerca de la piedra del río en el cauce más peligroso, lo sabía…”-
-“Sí, y sé más…”-
-“¿Qué?”-
-“Que nos fusilaran a todos sino hacemos los que ellos dicten…”-
-“¿Cómo poder escapar de estos malditos…?”-
-“No sé, Jacinto, no sé…”-
Cada uno se dispone a laborar entre la caña de azúcar, el arroz y el café. En la hacienda que es propiedad de un mercenario en complicidad de la revolución y Jacinto sin saber.
-“Hay movimiento en la piedra del río…”-
-“Vamos todos para allá, oiga, Jacinto, usted se ha puesto corpulento, quizás lo necesite allá, esté pendiente…”-
Jacinto lleno de sudor o nervios que se apoderan de él. No sabe qué hacer. Si suicidarse antes que lo fusilen, o proseguir y poder escapar de los revolucionarios. Había dos caminos y un hombre que estaba dispuesto a vivir, pero, para qué vivir con la conciencia sucia. Decide no vengar el honor de su hermana, la esclavitud de su pueblo y la condena que él lleva en su interior. No sabe qué hacer. Y oye una voz...
-“Jacinto, te necesito allá en la piedra del río, vamos a fusilar unos cuantos traidores…”-
-“Pero, yo, yo, yo, no puedo señor…”-
-“Por qué no…”-
-“Si vienes conmigo es que tienes ganas de ganar y si no vienes tienes ganas de perder y de no salir nunca de aquí, en la piedra del río esta la libertad, la gracia de vivir en paz, de condenar esta esclavitud…”-
Y Jacinto piensa…
-“Pero, matar no señor, no soy revolucionario, soy un hombre de paz…”-
-“Yá, dije, que no hay salida, no hay escape, son ellos o somos nosotros, al mando de todo o nos pudriremos en nuestra propia mierda…”-
-“Está bien, iré con ustedes, pero, descargan mi calibre, no quiero disparar a nadie…”-
-“Así, es muchacho… el honor, la guerra, la virtud forman parte de nuestro arranque en ver más allá, una libertad que con el poder y la fuerza se logra aquí…”-
En la piedra en el río…
-“Vamos, todos los traidores aquí, ah, querían escapar por la piedra del río…”-
Jacinto observa todo desde una perspectiva asombrosa…
-“Señor, queríamos tener la libertad, aquí morimos de hambre…”-
-“Sí, y dejarnos a nosotros todo lo malo aquí, y ustedes qué…”-
Y suena un disparo, mata al muchacho de un disparo, tan sanguinario, tan incapaz, tan insolente, tan injusto, tan real como la verdad, tan hiriente como el sol al mediodía, tan desolado quedó el río, que el mutismo se avecinó un momento, el río calló lo que había que decir, lo que el cielo vió, y un desastre de los que no se veía desde hace mucho tiempo. ¿Dónde está Dios, para permitir esto?, ¿dónde estaba la justicia, la verdad, la libertad, y sin vindicta y sin rencores murió, sin más que el dolor, el sufrimiento, el miedo y el temor a ser muerto en el acto…? Y el río bravío se llevó el cuerpo… un cuerpo devastado por un disparo, por una herida, por una venganza a no ser libre como el sol, como el cielo, como el ave, como el destino, como el mar y como la lluvia… Y Jacinto, muerto de miedo, en una esquina, observando todo desde un punto de vista inseguro, incapaz, impotente, sin resistir a la idea de ver el cielo más llover, de ver la vida correr como corre un niño por el camino, de sentir las caricias de una esposa que sabe amar, de sentir el silencio por una paz al dar un beso, de escuchar el deseo de embriagar la vida con dulces encantos, de ver el sol todos los días sin temor, sin miedos, sin falacias, ni marfuz, sin mentiras, sin embuste, de ver la vida amar, de ver el ave volar, y sobretodo de amar lo que se quiere amar…
-“Jacinto, ven acá… te llamo para que seas tú, el próximo…”-
-“El próximo qué…”-
-“El que vá a morir…”-
-“Pero, por, por, porqué…”-
Lleno de temor, de ansiedades, de un imperceptible instante, suda con el sol en la piel, como un tiempo en que se debate la espera de vivir o morir…
-“Porque te oí decir “cómo poder escapar de estos malditos”, a un súbdito se lo dijiste…, aquí no se me escapa nadie, soy el señor, soy el que da las órdenes aquí, y el que pide lo quiere aquí…”-
-“Yo, yo, yo…”-
Un disparo sonó, no era el del señor, ni de las influencias del señor…era el de Jacinto, con tanta fuerza en el alma, con tanto poder, con tanta ira, que se debatió entre el deseo y la furia, de querer él ser el dueño de todo y poder libertar a su pueblo de la horrible pesadumbre que estaba lidiando entre la verdad y la mentira...mató al señor, se convirtió en revolucionario, vengó el honor de su patria, vengó el honor de su hermana, vengó la libertad, vengó la dictadura, vengó la revolución y fue un asesino de una revolución, no hubo perdón, no hubo condonar, no hubo percepción, no hubo silencio, sólo un disparo que cosechó ira, poder y fuerza, y más aún la ¡libertad…!.
**~FIN~**
- Autor: EMYZAG (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 26 de abril de 2017 a las 00:01
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 157
- Usuarios favoritos de este poema: Hugo Emilio Ocanto
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