El Canto de Rosa (Cuento Socialista)

Berlín, Alemania, 19 de enero de 1919.

A mi querida Luxemburgo tu muerte impune no quedará en el olvido

Querida Tía Rosana,

 Me acabo de enterar de la muerte de nuestra estimada Rosa Luxemburgo, que fue brutalmente asesinada en días pasados, la Internacional seguirá y con esto se fortalecerá, hay un canto que se empieza a escuchar con más fuerza, el momento ha llegado.

Desde tiempos remotos mi familia ha estado absorbida por la miseria, la precariedad, hasta nos llegado llamar lumpen proletarios, ¿nos merecemos llamar así?, ¡claro que no!, mi padre se ha desgraciado la vida trabajando como animal por unos cuantos centavos, mi madre no sabe cómo salir adelante, yo sigo estudiando y ahora más que nunca me llena de orgullo llamarme Rosa.

 Los días se vuelven más pesados para el movimiento, hay una cacería de brujas, temo por la vida de mi familia que por mi está en riesgo, pero no nos detendremos, saldremos adelante.

Te mando mi cariño, esperando  que todo siga su curso como se ha profetizado.

Te aprecia con el alma, Tú Rosa Roja.

He de admitir que esta carta la escribí cuando tenía dieciséis años, y hoy diez años después estamos frente a otra situación, la crisis económica que llega desde Estados Unidos nos afecta, ¿Qué no nos damos cuenta del mal de la ociosidad capitalista por querer adueñarse de todos?

Hay una burla que asemeja a los grandes empresarios, como cerdos que se atragantan de nuestras vidas, mi padre murió desposeído por que dijeron que ese era su destino, le negaron vivir dignamente sus últimos años, mis hermanos uno a uno fueron desapareciendo por apoyar las ideas de la nueva sociedad, la sociedad en donde debemos, los miserables tomar el poder.

Releo esa obra de Víctor Hugo donde la burguesía derrocó al Antiguo Régimen, mi descendencia estaba con la nueva clase emergente, pero el poder los envenenó porque nunca sufrieron realmente la escasez, ricos venciendo a ricos.

Ahora los pobres,  que un día fuimos llamados a ser unidos por una especie de unidad metafísica, debemos apresurarnos, y no callarnos más.

Regresó de la Universidad, pocas mujeres estudian, ninguna trabaja, se luchó tanto por un voto universal ¡Universal!, que abarque a todos, pero al parecer entendieron a todos los hombres, no los odio, pero los envidio, tienen el poder en sus manos y no lo aprecian, se dejan vender por unas cuantas cervezas.

En las tertulias con los sobrevivientes del año 1919, nos reunimos pocas personas, tres amigas, dos señores y un joven de quince años, creen que me apodo “Rosa” por Luxemburgo pero no se imaginan que mi apodo es mi nombre real, desconozco las razones por la cual nos ponemos apodos.

El joven de quince años infantilmente se apodo “Trosky”, delgado, pecoso y pelirrojo, una sonrisa muy de niño risueño, el más alto de todos, siempre llevaba una boina color verde militar y un saco de su padre que le quedaba grande, a su corta edad sabía que este movimiento le beneficiaba, su sueño conocer México, tierra donde fue exilado y también asesinado León, sus ideas se basan en los movimientos armados, derramar sangre para lograr los objetivos, todos de chavales opinamos lo mismo hasta que vemos como eso se hace realidad frente a nosotros.

Los dos señores, no eran parientes pero parecían hermanos, rondando la edad de los cincuenta, las canas empezaban a hacerse notar al igual que la calvicie, de rostros alargados, de narices respingadas, los dos de ojos verdes acaramelados  de ideas fijas y tercas pero daban sentido a las reuniones, tan originalmente se llamaron “Carlos y Federico” por Marx y Engels, encabezan el movimiento y saben dominar el tema, no los juzgo.

Mis tres amigas se apodaron “Lenin” que era baja de estatura con el cabello lacio y dorado, de descendencia rusa, los ojos azules como el cielo y los dientes perfectamente alineados, “Gramsci”  que había sido mi amiga desde la primaria, de estatura promedio, ojos negros como de gato, su corte de cabello llegaba a los hombros pero como lo tenía rizado parecía que lo tenía aún más corto, su familia fielmente religiosa profesaba el cristianismo, cuando había junta los domingos teníamos que esperarla a que acabara la misa y “Kerensky”, amiga de la facultad, cómplice de todos los desmanes que causaba en la misma, alta demasiado alta que aparentaba mayor edad, de ojos grandes y llamativos, siempre vestía de amarillo y en la mano izquierda tenía una pulsera roja.

Aquellos nombres de   hombres  fueron importantes para el movimiento, Lenin implantó el comunismo en Rusia, después e derrocar a Kerensky que mantuvo un gobierno provisional después de que el Zar Nicolás II abdicó; y Gramsci fue un teórico muy importante para nosotros.

Lenin y Trosky a veces entraban en discusión con Carlos y Federico, también Lenin ofendió a Kerensky de una manera inhumana que casi es expulsado, Trosky, Gramsci y yo teníamos diferentes puntos de vista pero siempre llegábamos a la misma conclusión: El cambio se hace mediante la revolución.

El trauma de haber perdido a nuestras inspiraciones enormes hace casi diez años, nos estremecía pues aún no se daban informes de ello, el gobierno nos repudia como nosotros a ellos, cada vez estamos peor.

Se acerca el día, el décimo aniversario de nuestros mártires, mientras tanto en pocos días otros clubes como nosotros se nos unen,  ya no podemos más con esta opresión que genera que las cadenas se vuelvan más pesadas, debemos romperlas o ellas serán nuestro tormento que se nos serán quitadas en nuestro entierro para dárselas a nuestros hijos.

                En una reunión con más de diez clubes como nosotros en la tertulia del 10 de enero de 1929 Federico dio un discurso de agradecimiento por la junta solemne, el plan iniciar un cambio, hacer realidad el sueño comunitario o morir en el intento.

                Otro señor del Club de los Solidarios dijo que era de descendencia Polaca  y que le daba gusto ver a viejos y jóvenes reunidos para iniciar una gran batalla, pues cuando generaciones distanciadas se unen se funden lo mejor de cada una para hacer una coraza excesivamente fuerte.

                El día de la Gran Manifestación no se discutió: 15 de enero del presente año, pero se necesitaba de un orador, nadie levantó la mano… Se volvió a hacer la invitación para dar el discurso que sería como el grito de guerra y aun nadie se atrevía, Kerensky con los labios me decía que yo me propusiera, que le hiciera honor a mi apodo, pero al principio me negué.

                Tan solo bastó recordar las palabras de mi padre antes de morir diciéndome: “Rosa, de mi alma, te llamé así por la valiente Roja, la vi hablar, cojeando, débil pero cuando llamaba a la rebelión la enfermedad se le desvanecía, Rosa de mi corazón de otro molde estas hecha, te eduqué como guerrera, sal y lucha por nuestros ideales y recuerda siempre que alguien te diga que eres pobre entona en tu mente “Arriba los pobres del mundo, en pie los esclavos sin pan”.

                Carlos al hacer la invitación por tercera vez nos miró a todos los del club de los miserables pues así nos hicimos llamar de improvisto, Trosky estaba pálido de tan solo pensar en hablar en público, Carlos y Federico temían por su muerte pues tenían familias que mantener, Gramsci su religión le tenía prohibido exhibirse, Lenin nunca pudo hablar en público y Kerensky me estaba obligando.

                Nadie quería empezar la batalla, el enojo dentro de mí se hizo notar, alzando mi copa que casi rompo al chocarla con la mesa exclamé: ¡Carajo!, ¡Mil veces carajo!,   ¡Como queremos un cambio si nadie quiere empezarlo, la revolución no se hace en las tertulias, se hace en la calle, con barricadas, bayonetas, fusiles y la unión proletaria!, nadie se atreve a dar un paso, porque sabe que puede morir, pero si nadie muere por esta causa humana… ¿Cómo quieren que nos juzgue la historia?, como cobardes que no supimos enfrentarnos a dos familias adineradas, o los valientes que supieron ejercer la lucha por lo que les corresponde por derecho de vivir, Señor Carlos, me propongo para iniciar la lucha para que por fin nuestros deseos se materialicen de una vez por todas.

                Un gran silencio inundó el lugar hasta que poco a poco se escucharon aplausos, Kerensky se puso de pie y uno a uno hacía lo mismo, me sonrojé y todos al mismo tiempo gritamos ¡Proletarios del mundo, Por fin unidos!

                Desde esa noche empecé a planear mi discurso para la tarde del 15 de enero, entre tareas y los nervios de empezar un nuevo capítulo no solo en mi vida sino en la historia de Alemania, recordando las palabras agonizantes del ser que le da aún sentido a mi lucha me bastaron tres noches para hacer el discurso oficial del movimiento obrero.

                Antes de salir de mi casa,  me despedí de mi madre, y oré a quien me escuchará en frente del altar dedicado a mis tres hermanos que desaparecieron por seguir esta causa, no hemos sabido nada de ellos, sus voces inocentes fueron calladas probamente al calor de los fusiles pero no se merecían esto, su trágico destino me impulsó a hablar, mi madre ya no tenía de perder a su última hija pues sabía que lo que hicimos sus cuatro hijos fue para un futuro mejor que las más altas élites no lo deseaban para nosotros.

                Poco a poco la plaza se llenaba de gente, todo se veía tan normal, parecía una kermesse pues para engañar al gobierno Federico propuso un evento para promover las acciones del mismo, ocultando perfectamente las intenciones.

                Había niños jugando, familias reunidas pero todas, absolutamente todas eran de escasos recursos, el momento del discurso había llegado.

                Era jueves 15 de enero de 1929, a las 5:32 de la tarde pronuncié el discurso que le dio aún más sentido a mi vida, han pasado los años pero el canto no se ha detenido.

                Con las miradas fijas en mí y sin miedo pronuncie.

                A todo el pueblo alemán, a los ciudadanos de Berlín que viven al día, nos dicen proletarios, obreros, míseros, mendigos, como si fuera una ofensa para nosotros, a todos los habitantes de esta ciudad que sufren verdaderamente los estragos de una crisis económica les digo ¡Ya no más!

                Hoy estamos reunidos para conmemorar el asesinato de dos personas ilustres que fueron masacradas y que aún no se sabe nada de cómo va las investigaciones de su muerte por lo tanto pido un minuto de silencio por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.

                Nos llaman proletarios pero trabajamos dignamente, nuestras familias están unidas, sabemos el valor de las cosas porque nos cuesta conseguirlas, no somos educados como los burgueses hipócritas que presumen títulos y solo se revuelcan en nuestro dinero, las mujeres sabemos el valor de nuestras ideas.

                Ha llegado el momento de hacer justicia, ellos ahora son el Antiguo Régimen al que debemos derrocar, no somos la burguesía que lo hizo en Francia, somos los hambrientos de comida, justica y paz los que encabezaremos la lucha y si se convierte en una disputa encarnizada que nuestra sangre sea la que prepare el campo fértil para una nueva y mejor sociedad.

                No estamos solos, la historia nos apoya, el momento del cambio ha llegado, seremos una sociedad nueva, transformada y regenerada en ideales y principios, cada uno tendrá su lugar, nadie será más que nadie y por supuesto nadie será menos que nadie.

                Serán tiempos difíciles pues un gran cambio no es espontaneo, pero daremos lo mejor de nosotros día a día, nos apoyaremos pues ¡contra nosotros la fuerza obrera unida nadie podrá!

 Y después de tanto tiempo esperando el momento de un cambio, es cuando las adversidades aumentan y que más falta sólo una voz que anuncie el momento de la batalla, nunca hay que cansarse de gritar que aquí está el pueblo que no se cansa de luchar por sus ideales, que sigue al fantasma que está invadiendo Europa, que por sus venas se concentra la sangre más roja, aquí están los desdichados que por robo nos dicen miserables.

Qué  no se debilite nuestro cantar, que nadie nos rebaje y nos humille, ¡nunca más!, así decimos ¡nunca más al retroceso!, por eso nuestra consigna, nuestro credo siempre será:

“Siempre arriba los pobres del mundo, en pie hasta la muerte los esclavos sin pan, ¡alcémonos todos al grito que esta sea nuestra gran victoria!, removeremos todas las trabas que nos oprimen cambiaremos de una vez por todas la base, hundiendo al capital. ¡Agrupémonos todos  en esta lucha final, y se alzarán todas las naciones a nuestro canto de justicia!; el día que el triunfo alcancemos ni esclavos ni dueños habrá, los odios que envenenan al mundo morirán en nuestras manos, nunca olvidemos proletarios que el hombre del hombre es hermano, derechos iguales tenemos, rescatemos al mundo que merecemos que la tierra sea nuestro paraíso patria de la humanidad.

No olvidemos los orígenes de nuestra lucha encarnizada, pues un día se dijo ¡Proletarios del mundo, únanse! Y hoy por fin todos estamos juntos.