Una pareja discutía sin ponerse de acuerdo en los problemas y carencias que atravesaban, él decía: -Es que tú me pides más de lo que gano, ella: -No solo te pido lo que necesito además los niños ya no tienen zapatos, por si fuera poco hoy no nos dejaste para comer tu solo piensas en vestir bien y te gastas en la otra lo que es de tus hijos, él, se hace en ofendido al momento que responde: -Cuantas veces te tengo que decir que no tengo a nadie y la empuja contra la pared, en eso, sus hijos le gritan llorando: -¡No papá!, no le vayas a pegar otra vez, si ya no nos quieres, vete. Él, confundido no reacciona, los golpea, toma sus cosas y tratando de huir de su realidad sale de casa sin mirar que a su espalda deja un cuadro de dolor, y la bendición que dios le dio en cada uno de sus hijos, ella abraza a sus hijos y con la boca sangrando busca darles consuelo con un beso, un consuelo que ni ella encuentra, con voz entre cortada les dice, no lloren, vamos a dormir, mañana iremos a comer con sus abuelitos, papá volverá y se disculpara mañana cuando salga de trabajar ya lo verán, así pasaron los días, los años, ella consiguió trabajo en una tienda comercial y aunque sola, cargo en su espalda con amor, el compromiso de ser madre y padre a la vez pues de su esposo jamás volvió a saber nada, años después su hija Daniela, se graduó en derecho penal, aquel día aquella buena mujer lloro hincada ante un crucifijo y le dijo: -Señor, tu siempre tan sabio, gracias por mandarme el consuelo que hace años perdí, así dios premiaba los años de trabajo y el sacrificio de una buena madre que por sacar adelante a sus hijos no quiso empezar una nueva relación, dos años después su hijo Hugo le dio el gusto de ser contador público, sí, el título que ella siempre quiso tener, solo que al salir embarazada de su hija Daniela y por darle gusto al padre de sus hijos no cumplió sus sueños, esa noche los tres caminaron hasta la iglesia de su pueblo y después de dar gracias a Dios por tantas bendiciones recibidas, Daniela y Hugo abrazaron a su madre y ante la imagen de Dios, nuevamente dieron gracias con estas palabras: -Señor, ni aun siendo santos pagaríamos el sacrificio de nuestra madre, gracias, pues con ella conocimos el verdadero amor al mostrarnos tu camino, gracias por enseñarnos a respetar a nuestros semejantes, aquella buena madre ya no supo que decir, los tres unieron sus manos en un solo corazón, rezaron nuevamente un padre nuestro y salieron abrazados de la iglesia, una cuadra antes de llegar a su casa un hombre que se veía muy enfermo los esperaba, ellos no lo habían visto hasta que él los saludo: -Buenas noches Ana, buenas noches hijos, he impresionados no supieron que decir, si, después de muchos años volvieron a ver a su padre, solo que nunca pensaron encontrarlo así, enfermo y derrotado, sin saber que decir, lo escucharon hablar: -Daniela, Hugo, he venido a pedirles perdón por todo el daño que les cauce al haberlos abandonado, Ana, de rodillas te pido perdón por…
Ya no alcanzo a decir más, cayó muerto a sus pies.
Aquella noche, esa mujer y sus hijos volvieron a llorar hincados ante el cuerpo del hombre que Dios les dio como esposo y padre, unos minutos después, la madre rompió el silencio y con voz alta, dijo: -Hugo, siempre abrigue en mi corazón la esperanza de volverte a ver, pero no así, anda, ve con Dios pide perdón por tus pecados, dile de mi parte que le amo tanto que no se, y no puedo odiarte, dirigiendo la mirada hacia sus hijos les dijo: -Él es su padre hasta que Dios los llame a ustedes también
Ayúdenme a levantarlo, no le guarden rencor ni le juzguen, denle un beso en la frente, pues esta es la última vez que lo verán, días después de sepultarlo, tan bella mujer dijo a sus hijos: -Hijos, un día ya no estaré con ustedes, solo les pido un último favor, lleven siempre y cumplan con orgullo el cuarto mandamiento de nuestro señor Jesucristo:
“Honraras a tu padre y madre”
- Autor: Jose Raul Morales (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 10 de mayo de 2017 a las 13:13
- Categoría: Triste
- Lecturas: 84
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