Perdida

Dude de tantos momentos que cuando lo tuve claro salté al vacío con la propia intención de volar, precipitandome en sus brazos, que me sostenían con la misma fuerza y ternura que una madre a su hijo, y como tal, lloré día tras día esperando que mis lágrimas se convirtieran en la principal razón para no perderla.

Recobre el sentido tras aquella inevitable desesperación que me acompañaba y ante la soledad más oscura y fría que rodeaba mi ser, conseguí notar su calor. Era tan simple y efímero que hacía que mi cuerpo se estremeciera, temiendo cada segundo que me abandonase, esperando que algún día iluminase como luna en plena noche mi cielo, recreando el ambiente que más anhelaba.

Comencé a andar por el único y aterrador camino que aquella soledad dejaba libre, concentrandome fielmente en mi propia tristeza, ignorando como desgarraba la poca esperanza que por alguna razón aún mantenía, queriendo ser la única a mi lado. Podía notar como mi mente gritaba en el más placentero silencio, dudando de si algún día encontraría esa razón para vivir, aferrándose a pesadillas pintadas de colores, mostrándome así sueños vacíos que nunca alcanzaría. Fue ahí cuando aprendí a vivir.