La verdadera patria de un hombre es la infancia.
Rainer María Rilke
Miguel siempre fue...
Se le recuerda tendido en el suelo jugando a batallas
con sus muñecos de plomo que semejaban soldados
napoleónicos.
Era prodigioso ver como transcurrían las horas sin
que su cuerpo apenas alterara su posición, recogido
en las historias que brotaban de su mente en el rugir
de las palabras que ilustraban las crónicas militares.
Miguel ya era un niño corpulento a sus doce años,
cuando alcanzó el cénit de su carrera trovadoresca,
por así llamarla, y a pesar de ello serpeaba sobre el
suelo de su habitación como una anguila, sin que el
fluir del tiempo le opusiera impedimento alguno.
Su talento narrativo se fue dibujando al tictac de los
años, engullía los minutos leyendo aventuras cuando
el bozo ya apuntaba por encima de sus labios.
Su gusto por recogerse en sí mismo, por viajar hacia
su interior, no perdió vigencia con la rotación diaria
del reloj, más bien todo lo contrario.
Siempre se buscó en soledad, tanto que, cuando le
tocó formar familia y compartir vida con su mujer, no
pudo más que recibir la oportuna factura del desastre.
Fracaso liberador...
Fracaso que fue ángel anunciador del destino, espíritu
y musa de la literatura: su hogar, su patria, él mismo.
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 5 de mayo de 2017 a las 19:57
- Comentario del autor sobre el poema: Nunca dejamos de ser el niño que fuimos.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 31
Comentarios4
Es difícil mantener el equilibrio cuando hay una pasión tan intensa, Saludos!
Gracias por tu visita y comentario. Saludos. La cabra tira al monte.
Alberto interesante y todo tiene un costo, en tu poema es muy alto pero bueno de todo hay en la viña de señor. Buenas letras amigo
Gracias por tu visita Fabio, siempre grata. Sabes que el niño tiene la sinceridad de la frescura, se muestra como es sin prejuicios, sobre lo que nada entiende, y esa frescura es la que se va perdiendo con los estragos del tiempo y que, cuando alcanzamos la sazón, queremos recuperar o más bien desenterrar.
Excelente, Albertín! Capté la misma situación en mi "Días de inocencia".
Disfruté mucho la lectura de tu texto.
Me alegra tu visita Milo. Saludos. Me alegro de que te guste.
Muy bueno, amigo. Pienso que el niño que fuimos siempre nos habita, queramos o no... Y, siempre encontrará la manera de manifestarse. Si le damos libertad para hacerlo, si lo tratamos con amor, si lo entendemos, ese niño estará bien y nuestro adulto también lo estará. Si lo reprimimos, lo tratamos mal, lo rechazamos, ese niño estará mal y la relación entre el adulto y su niño, será muy conflictiva. Es lo que pienso.
Perdón por extenderme en el comentario.
Un abrazo. Feliz semana.
Estoy de acuerdo. Gracias por leerme. Abrazos.
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