Comienza el mortal rito,
poco a poco, como ave precavida
he establecido mi lúgubre nido.
La cabeza virada atrás para
poder sentir el movimiento del planeta,
el cuerpo abandonado en el olvido,
ejército de incontables sonidos que drogan
el cerebro para permitirle viajar a
la parte más abisal del infierno…
la memoria.
La lluvia solidaria
acude para dejar los sentimientos fluir.
Recuerdos de un tiempo lejano,
recuerdos de un tiempo no tan lejano,
guitarras violentas como intentos
de hacer latir el corazón convertido en
piedra del pobre paciente.
Algún feliz dijo una vez,
no sé quién,
que el universo se rige por
acción y reacción.
Mas se olvidó de los siguientes pasos:
recordar, revivir, arrepentir.
La mano fría que aporta candor al alma
negra como la noche sin luna,
acaricia el desprotegido pecho,
la mano triste de la vil pregunta
¿Por qué?
¿Por qué la prosa de nuestra vida
tomó esta vereda y no otra?
Los tambores tribales acuden
para levantar el encayado espíritu.
Mas en vano, nos levantamos de la cama
de vidrio.
Mas en vano nos desembarazamos de
las blancas sábanas,
tan resplandecientes que
igual que el sol, símbolo de la vida al
que después de mirarlo tanto,
ciega nuestros ojos y sume
nuestro ser en las más certeras tinieblas.
Y yo vuelvo a preguntarme por qué…
No dejo de contemplar
los desconocidos rostros de
amigos, familiares, antiguos amores.
Miro sus cuerpos rebosantes
de luz con el anhelo y la envidia que el niño
cubierto en sangre y aullante,
siente al ser rechazado por su madre
al nacer, sellando como esto,
por siempre jamás,
el signo que dará significado
a su significante.
Y yo, rodeado por el agujero negro
que traga esta luz inocente,
soy devorado de las miradas de los demás,
soy visiblemente invisible.
Me pregunto por qué no soy
poesía y, en cambio,
soy teatro, unas veces de actor,
la mayoría de público.
Vuelvo al cuadro imaginario que,
si mi voz queda expresar pudiese,
desearía pintar.
Siempre tengo sed, pero
¿De qué?
Soy un grupo de carne, polvo estelar,
y electroquímica que funciona
para sentir lo que nombrar no sabe.
Y es entonces cuando todo cobra sentido…
Es entonces cuando lo único
que para la cuchilla, son los susurros atronadores
del gélido viento que abraza y el húmedo beso de la lluvia,
únicos padre y madre
del hombre abandonado en la industrial
selva de salvajes de etiqueta.
Ven a mí padre del Norte, que
recorres la tierra, ven, y
abrázame para sanar
las ardientes heridas de mi alma.
Envuelve mi cuerpo con tu
frío abrazo hasta congelar
mi más caluroso vaho y, así,
sonreír una última vez.
Ven a mí madre acuosa, que
caes del cielo, ven, y
permíteme cubrirme contigo.
Deja que la vida que corre
en mis ocultas sendas, verdes
como los bosques primigenios,
se una a ti bajo el cielo, sobre el suelo…
gota sobre gota…
Lástima que no llueve eternamente.
Fimbultýr
- Autor: Kevin_AfGo ( Offline)
- Publicado: 12 de mayo de 2017 a las 04:28
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 83
- Usuarios favoritos de este poema: Bambú
Comentarios1
ufff... Bestial... me ha impactado
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