CARTA ABIERTA

RICARDO ALVAREZ



 

 

 

Hermano, la tierra está llorando

el secadal

que alimenta sus ligaduras,

cuidemos el grito

que brota de sus manos.

Perduran entre los hombres

residuos de limaduras

de rabia inmortal.

El dolor del pie ajeno

duele más que la propia soledad,

es tarde en la sombra del agua

donde canta una pájaro de cristal.

 

Una bocanada de fuego

asciende en la noche y chispea el cielo

la infinita pérdida, el robo del tiempo

que no regresa

encima del sueño.

y confusas trayectorias

guardan los ojos del silencio,

el horror que han visto

yace en un arcón de metal

y se reencuentra con la antigua soledad

del viento que no acalla su rugido.

 

Las gavillas nocturnas traspasan

la piedra cutánea,

a mordida y dentellada

sin excepción alguna

engrosa ribetes la herida

y desangra boronas de cenizas

la piel del vegetal.

 

En vuelo gris se sostienen

las aves trágicas del espacio mortal,

aleteos plomizos alzan

amargura de acíbar desafiando al enemigo

que es el espejo de su íntimo amigo.

Violácea la sequedad del alma áspera,

el corazón marchita el falsete que se inclina.

Languidece el latido del drama

en una ráfaga de melódica lanza.

 

Ya la tierra es miaja de polvareda

que no  levanta

el majestuoso vástago amarillo

otrora reflejo de encanto lumínico

descorazona la ilusión del trigo.

Hay un delgado protagonismo

en el fin de una ausencia,

barre la escobilla guijarros en mugrosas gavetas,

sucios escombros enfundan el reino secano

pero el hastió no tuerce el empeño.

 

Hilos desérticos colman

su vientre con infértil arena.

La testa aclara ideas

en la reclinación de la almohada,

el aire está plagado de testosterona Inválida.

Siempre la bestia hombruna

torpemente agota frutos de la gleba,

El dedo asnal solapado duerme

en los senos rotos de la mujer lobuna,

en la sombra láctea

hay un arroyo nutriente

de lactosa que se inunda

con el flujo del pezón

que destila la madraza.

 

Madruga el invierno en su siesta,

reposa la cornamenta de la cabra

su cruz abatida recuesta

en los brazos albugíneos de la atmosfera.

Tibio el candor del piscolabis,

describe la pluma la cruel realidad.

El sueño responde la pregunta

que ignora la vigilia.

No espero a nadie en mitad de la noche

que traiga coronadas estrellas

ni lucidos pensamientos ni encuestas.

Todo lo perdido regresa

en la gota del cuerpo sudoroso,

la mente que brilla no es de ilustre biblioteca.

Digo hermano, hay que remangarse la hasta las corbatas

cuidar la madre que nos sustenta

como la mujer nodriza que a pecho alimenta

con atenta gravedad

la boca que mama es certeza que cualifica la vida.

 

 

 

 

 

 

 @Edición de revista bimensual  CRÍPTICO

  – Publicación bimestral en BUENOS AIRES,

ENTRE ESCRITORES

 

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Comentarios +

Comentarios1

  • Verso&prosa

    Buenos versos, Saludos...



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