Extraños, los dos,
en divergencia de momentos;
y así,
y tal vez de siempre...
¡extraños!
¡¡Como el ímpetu y la apatía
en cautelosos cuerpos amantes!!
Quizá él,
Señor de la mirada,
esclavo de belleza;
Dueño de vanidades,
instrumento inquieto en miedos.
Creador de recurrencias.
Hacedor de seres
que llevan un pasado.
Soñador, de pronto, extraviado.
Y ella, alma de mis nervios,
libre cuan viento a nubes
transparente lozanía sentida;
himno de tonos silenciosos
fuego sin tardes ni tempranos
¡Suspiro del no verosímil!
Sapiencia al presente
en forja de la nada.
Pacto sublime,
cual día y noche, si y no conjugan
desmoronan el tiempo icástico;
unidos, y aun así, raros
tornan el momento entre clamores.
Crean aquello pronunciado: vida.
A tales inventos y compendios
se desvanece mi cuerpo, se marchita:
nacido en aceros, tornase en herrumbres.
Mientras,
quieta el alma, botón de primavera
le mira en desdeño, condescendiente,
en caricias de inconsciencia
le consuela.
El instante
al extraño se aproxima.
Ella, atenta se repliega.
Reza. Y con apostasía, concede;
en propuesta
¡sacrílega pasión, juntos proceden!
Persisten las dádivas.
El poema sublime
en ilación de entrega, nace.
Un salvaje suspiro
y el alma
sumergida en este acápite
¡con éxtasis! al viaje,
blanco vestido consorte.
Prorrumpe ella
de mi enmudecido cuerpo,
fulminado en verdugo traicionero:
¡¡el instante!!
¿Eterna ella?
No se comprende,
se conoce refinada.
Es extraña,
sideral .. o quizá, nada...
Y las sombras que dejé,
con mi despilfarrada alma,
prosiguen.
Vencer
el terminará
con sus almas…
me reviven.
- Autor: pablo beltran ( Offline)
- Publicado: 16 de mayo de 2017 a las 21:15
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 99
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