Te acercas, me tocas, me besas, me cuidas de la injuria;
pero luego de un tiempo y sobre todo en mis tempestades, me huyes.
Entonces recuerdo, como la poesía no es de uno sino de quien lo hace inspirar,
allá te dejaré en el aire -ahora purificado por tu benevolencia- mis besos y mi loca sed, loca sed de tenerte.
Hasta que algún día –no muy lejano, quiero decir-,
te echo mi piel encima desde la lejanía de mi mente
a la cercanía de nuestras bocas.
- Autor: Jorge Enrique Briceño (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 22 de mayo de 2017 a las 22:13
- Categoría: Amor
- Lecturas: 67
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