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Amalia Lateano
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Sabía que iba a llegar mucho antes que mamá se lo dijera.
Una mañana de primavera lo presintió en el aire, como una fragancia nueva.
Después de transcurrido un tiempo, mamá lo llamó, casi en secreto…
---Vas a tener un hermanito--- le dijo con voz dulce, tomándole las manos, y él repuso: ---“Ya lo sé. “Y se fue silbando a jugar con su pelota de cuero.
Todos los días pensaba en él, de qué color serían sus ojos, su pelo, qué nombre le pondrían…
---Si es varón se llamará Antonio, como el abuelo. Y su mamá agregaba:
---Seguro que después lo llamaremos Nino, como a Nonino...
Y Guillermo soñaba por las noches con su hermano Nino, abiertos sus ojos a la esperanza. Apoyaba sus manos en el vientre redondo de mamá para sentirlo más cerca… Y comenzó a guardar en una bolsa los juguetes que ya no usaba: un conejo de peluche, los cubos de plástico, un trompo, los soldaditos…
“Cuando venga, voy a llevarlo a la canchita de Newbery--- se decía--- y lo voy a defender si quieren pegarle, y le voy a enseñar a hablar, a pelar caramelos, a jugar al metegol, a caminar…
Al pensar en su hermanito se sentía grande, poderoso, un gigante como papá.
Por eso cuando lo vio en el moisés durmiendo con los puños cerrados, todo arrugado y tan chiquito, se emocionó mucho pero también se desencantó un poco.
---¡ Esperé tanto tiempo y Nino no me conoce --- se quejaba.
---Guille, dentro de unos meses te va a reconocer. Tené paciencia--- le explicaba papá.
Trató de “tener paciencia”; pero seguía jugando siempre con Martín.
Mejor dicho, los sábados se encontraba con su amigo porque los días de semana estaba solo.
Entonces, mamá inventó, para él, juegos nuevos: pasearlo por la vereda, darle la mamadera, arroparlo, ponerle talco. Lo cuidaba cada vez que mamá se lo pedía.
No quería que nadie lo tocara porque había oído decir que los bebitos no se tocan… Pero la razón más poderosa la guardaba dentro de su corazón. Día tras día el bebé fue creciendo para alegría de Guillermo. Aprendió a gatear. A estar erguido. A dar los primeros pasos tambaleantes. Y luego a caminar derechito.
Lo más importante ocurrió una mañana, mientras desayunaban, porque Nino dijo.
---Iieee --- y le tendió los bracitos redondos para que lo bajara de su sillita.
Aprendió a comer solo. A jugar con los cubos. A zapatear. A patear la pelota. A contar hasta seis. A jugar al veo-veo. A escribir rayitas en el pizarrón. A dibujar casitas. Y a reírse cuando su hermano le hacía cosquillas…
Entonces sí, Guillermo supo lo que era tener un amigo, un hermano…
Comenzaron entonces los consejos incomprensibles.
--- No lo hagas correr, le hace mal.
--- No lo asustes. No lo pongas nervioso.
--- No. No lo hagas reír tanto. No debe cansarse.
--- El nene debe estar tranquilo.
Una a una se sucedían las recomendaciones de mamá y papá, cuando jugaba con Nino, después de hacer los deberes y estudiar la lectura.
--- ¡¡Pero, papá, ¿Por qué no puede jugar conmigo?!...¿Por qué no puede jugar a la pelota?...¿Por qué no puede cansarse como me canso yo?--- preguntó Guille una tardecita medio enojado.
---Porque Nino es muy chico--- respondió papá desviando la mirada de esa cara sucia.
---Cuando yo era chiquito me cansaba y sudaba y corría con vos. ¿No te acordás, papi?...
---“El nene está enfermo. No es…fuerte…como vos…Hay que cuidarlo mucho”…musitó lentamente papá, como si le causara una profunda pena pronunciar cada una de las palabras. Estaba enfermo igual que el abuelo. Se llevaba la mano al pecho o se apoyaba en la pared, jadeante.
---El nene se va a quedar unos días en la cama---dijo mamá.
No fueron días, fueron semanas interminables que sumaron hasta formar meses. Nino empeoraba. No tenía ganas de jugar. Cada vez que entraba en la habitación del hermano (ya no dormía con él; su camita estaba junto a la de la abuela que llegó para ayudar a mamá) ---esa habitación con olor a remedios y en penumbras---lo veía sentado, sostenido por las almohadas. Y al rato, Nino quería que se fuera, quería acostarse, quería dormir…
Los sábados por la tarde, Guille iba a jugar con los chicos al fútbol. Cuando volvía con las mejillas rojas, con sus rodillas arañadas y sucias, y tan contento, se quedaba frente a la puerta del dormitorio sin atreverse a entrar. Se sentía culpable al ver al chiquito en la cama abultando cada vez menos. ¡Tenía una rabia!… Nino casi no se daba cuenta de su llegada. Giraba la cabeza y lo miraba en silencio como si su presencia o su ausencia no le importaran.
Guille estaba un rato junto a la cama, lo escuchaba respirar con dificultad, le contaba cosas y enseguida su monólogo traía al silencio. Mamá le pedía que saliera., (Su mami tenía los ojos agrandados por las ojeras)…
Y el Doctor ése…siempre serio…con olor a remedio…
_¿De qué murió el abuelo? _ Preguntó Guillermo una noche mientras cenaban, y su vocecita quebró el cristal de silencio que envolvía a sus padres.
-De viejo… --- contestó papá sin levantar los ojos del plato.
Esa noche, antes de dormirse, Guillermo pensó que la gente se muere cuando es viejita…Y se preguntó: --- ¿Y por qué Nino que tiene tres años, que es tan chiquitito, está tan viejo como el abuelo?...tan pálido como el abuelo…
Pero si todavía tiene que aprender tantas cosas…el nombre de las flores…el de los autos…y cómo se hace un barrilete…Por las mañanas, antes de ir a la escuela, Guille, besaba la carita de su hermano y con una voz dulce, para que nadie se enterara, le decía: ---Te voy a traer la luz, y te vas a curar…
Y cuando regresaba al mediodía apoyaba a Nino contra su cabecita porque le traía un rayo de sol entre sus párpados.
También le daba su calor apretando las manitos lacias, y le respiraba cerquita de la boquita entreabierta con los globos de su saliva para darle su aire, todo su aire…
Deseaba que se sanara. Lo deseaba con fuerzas. Se obligaba a pensar sin distraerse, porque le habían dicho que si se pide algo fervientemente, se logra.
Y él quería obtener: el color de la rosa para teñir las mejillas, el aire para inflar el pechito hundido, el sol para rescatar los ojitos cerrados…
Lo llevaron a pasar las vacaciones de verano al campo, a casa de sus primos.
Guillermo no podía dejar de pensar en su hermano. Cierto que de día jugando con Cachi y Bocha, y nadando en la pileta se olvidaba; pero de noche daba muchas vueltas en la cama, recordándolo.
Siempre, antes de dormirse, le pedía a Jesús que lo sanara…
Una noche, solo en su habitación, sacó la cuenta de que hacía diecinueve días que no tenía noticias de Nino.
--- ¿Por qué no me vienen a buscar?... se preguntó, y en la oscuridad se sintió tan indefenso y triste que las lágrimas asomaron a sus ojos.
Se durmió conteniendo el llanto, con hipo y soñó que el chiquito moría como el abuelo…-“Como el abuelo, de viejo…pero Nino no es viejo… Es una equivocación… ¡Se equivocó Dios!...todo va a estar equivocado…Mañana no va a ser más de día…No va a salir el sol…Se van a secar todas las flores… y los árboles…Habrá un gran silencio en el mundo…Si es una equivocación de Dios…vamos a tener que pagarla de alguna manera…No habrá más luz…El sol no va a salir más
A la mañana siguiente, se abrió la puerta y la mamá lo despertó con un beso.
--- ¡Mami! ¡Mami! --- dijo Guillermo al reconocerla y se abrazaron muy fuerte._¿Me venis a buscar?-Preguntó estremecido...
Con la cabeza apretada todavía en el regazo de su madre, Guillermo miró hacia el ventanal abierto al jardín. Como algo inexplicable, redondo y amarillo entraba el sol.
¡Y se asomaba la carita sonriente de Nino! ...
Con los últimos rayos de la tarde regresaron a la ciudad. Cansados y felices.
En los días siguientes recibieron muchas visitas. Los vecinos, los amigos, los parientes, todos admirados exclamaban: --- ¡Qué no hace hoy la ciencia!... ¡Es increíble!...
Lo mismo le dije yo a Guillermo cuando lo encontré con su hermano en la plaza de juegos. Pero él, con toda la seriedad que es posible encontrar en un chico de nueve años, me contestó:
---No. Es porque Dios no se equivoca. Si vive, vive por Él.
Y se alejó con su hermano hacia el sector de las hamacas donde estaban los chicos..
Me quedé pensando en el valor de la fe. Andrés, con sus reclamos me trajo de nuevo a la realidad: quería que lo llevara a tomar un helado.
--- ¡Buena idea!---le dije--- Tomados de la mano nos dispusimos a irnos. Pero antes, busqué con la mirada a Nino para saludarlo, y vi que salpicado de arena cubría su cuerpo en la hamaca, un ángel…
Amalia Lateano
- Del Libro " Los caminos de Juana" Editorial Dunken- Argentina
- Autor: Amalia Lateano (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 14 de junio de 2017 a las 21:11
- Comentario del autor sobre el poema: A veces ocure el milagro. Otras veces, no...
- Categoría: Amor
- Lecturas: 149
- Usuarios favoritos de este poema: Amalia Lateano
Comentarios2
Me ha atrapado, me ha asombrado y me ha conmovido, y lo más extraño, que yo he vivido exactamente lo mismo...
Mi querida ELENA.
Ya somos dos.
A veces ocurre el milagrro.
OTRAS VECES, NO
Besos inmensos
Amalia
Amalia
Cautivante prosa. Un cuento que despierta emoción, va incrementando nuestra atención para dejarnos un mensaje de milagrosa fe. Excelente Amalia
Mil gracias Fabio.
La FE existe aunque no ocurra el milagro.
Bendiciones.
Dios te cuide.
Amalia
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