Había una vez una isla llamada el Caño Flutu. Era del mar Flutoara de donde provenía esta isla hermosa. Tenía el mar agua verde clara, en ella, llega un viejo sabio llamado Don Artemio, que le dice al mar: -“aquí estoy para que me lleves lejos como a las olas del mar”-. Un señor que estaba al lado se dió cuenta de lo que dijo y lo repite. Vino una ola inmensa y se los llevó a los dos. Entre las olas del mar Flutoara se llenó de expectativas, tenía dos cuerpos sobre sus aguas verdes claras. En la isla el Caño Flutu, se quedó atónito y anonadado cuando de los dos cuerpos salieron peces, muchos peces. Y se llenó el mar de peces, muchos peces, peces dorados y de colores. La gente se preguntaba que habrá pasado allí. Cuando las autoridades sacaron los cuerpos dijeron que murieron por ahogamiento. Pero, alguien se quedó a averiguar. Y fue otro señor que vió todo desde unos binoculares, llamado Don Pericleo. Don Pericleo intenta decir aquellas palabras que no escuchó, sólo, lo vió hablar con el mar y mover los labios en señal de que estaba hablando con algo o alguien. Se convierte un caos total en la playa de la isla el Caño de Flutu. Las olas del mar Flutoara quedaron para siempre con dos cuerpos y siempre habrá de qué comer, siempre y cuando digan la frase y que no se equivoquen. Don Pericleo, con la cámara que grabó todo desde una piedra alta en la playa, vió al viejo sabio hablar con las olas del mar de Flutoara, y quedó para siempre grabado. Y le dió un “slow motion”, como se le dice ahora. Y copia toda palabra que el viejo Don Artemio le dijo a aquella ola del mar de Flutoara. Y es así… -“aaaaaaqqquíííí esssssttttooooooyyyyyyyyyy paaaaaaraaaaaaaaa quuuuuuuuuuuueeeeeeee meeeeeeeeeeeeeee lleeeeeeeveeeeeesssss leeeeeejjjjjooooooossssssss cooooooooommmmmmmoooooooooo aaaaaaaaaa laaaaasssssss oooooooooollllllllaaaaaassssssss deeeeeeeeellllllllll maaaaaaaarrrrrrrrrrrrr”-.
Estuvo dando reverso y hacia adelante la grabación hasta que logró descubrir el mensaje de aquél sabio que habló con aquello imposible de hablar con palabras. Porque aunque usted no lo descubra el mar habla, tiene su lenguaje en señas, en olas, en piedras, entre los peces, -“ay de los peces….-” Y fue al otro día donde exactamente el viejo sabio dijo aquellas palabras que algún día serían leyenda, mito o tabú o realidad. Las olas de Flutoara quedó con un color bien agradable a la vista después de entregar esos dos cuerpos de tanta sabiduría, tan sabios como el mundo viejo. Don Pericleo, decide caminar por la orilla del mar en el Caño Flutu, cuando decide adentrarse a las aguas de ese mar con tantos peces hermosos. Y lo observa desde una perspectiva de asombro cuando los dos cuerpos translúcidos y transparentes quedaron allí entre la ola del mar de Flutoara, hablando y sentados entre sillas jugando dominó. Y Don Pericleo vé la escena como algo imposible de olvidar, cuando se da cuenta que el mar tenía una magia trascendental. Corriendo sale de las aguas verdes claras y piensa en imaginarse allí sentado, hablando con compañía desde otro punto de vista hacia una nueva vida entre la eternidad de las aguas verdes claras del mar de Flutoara. Sale de prisa del mar, de las aguas del mar. Y se dirige hacia su casa. Piensa y piensa, y decide embarcar también su cuerpo hacia las olas del mar de Flutoara. Al otro día, decide visitar al mar de aguas verdes claras. Cuando vá a decir aquellas palabras con tanta fé entre las olas del mar algo se detiene y fueron las horas porque a la tercera es la vencida. Habló con tanto ímpetu, con tanta sagaz audacia, con tanta fuerza, que dijo aquello que era tan prohibido de decir entre las olas del mar de Flutoara. Y lo dijo a viva voz fuerte y con mucho ahínco… -“aquí estoy para que me lleves lejos como a las olas del mar”-. Don Pericleo, decide embarcar nuevo rumbo hacia lo desconocido, hacia lo inexplicable, hacia lo trascendental. Y su cuerpo trasciende, llega hacia la oscura verdad en cerrar los ojos hacia lo que era la muerte. La ola lo sumergió dentro como si fuera un pez. Y logró salir por donde yá se encontraba Don Artemio y el otro viejo que lo siguió. Se sentó junto a ellos como si estuviera en la mesa de su casa. A contemplar una charla, un diálogo y una aventura de las que sería tan real como vivir bajo las aguas del mar de Flutoara. Llegó la autoridad a levantar el occiso. Y quedó y para siempre aquello que vendría siendo una leyenda con palabras que sí entendía aquel mar lleno de tanto peces hermosos. Lo dejó escrito en su casa y cada vez que alguien hablaba con el mar era arrastrado por las olas del mar de Flutoara. Y no fue que a la tercera fue la vencida. Y no quedó como una leyenda sino con toda seriedad que hasta se cerró la playa en la isla del Caño de Flutu. Cuando llegó invierno un viejo que no moría se adentró en la noche y dijo aquellas palabras tan sabias y saben qué también lo arrastró. La isla quedó desierta, pero, en el lugar del mar entre la olas de Flutoara quedó lo más real de una aventura jugar dominó sentado a la orilla del mar conversando de cosas buenas de la vida y por supuesto tan sabias como aquellos tres viejos de las olas del mar de Flutoara.
Fin
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