Un tal Lucas

Me gustan los verbos intransitivos.
 

Lo intransitivo se predica de todo lo que
no fluye, no transita, no pasa el dédalo
de conductos que lo convierte en desecho.

Lo intransitivo recibe su bautizo sintáctico
de la letra a, que le sirve de acompañante
al cóctel organizado por Mme Bousigné
en agasajo al nuevo embajador.

Cuando una mañana me levanto, obligado
por lo intrasitivo de una inadecuada cena,
y me siento a la espera de la aparición de
Santa Teresa, entiendo lo que debe sentir
un verbo cualquiera que saco del diccionario
y le conmino a entenderse con una partícula 
inadecuada, debe ser un trago difícil de
transitar por el tubo de siete metros.

Ayer me cambiaron de departamento, hasta
ahí todo bien, pero en el momento en que
me corresponde tomar posesión de mi nuevo
habitáculo me topo de bruces con un chico,
un tal Lucas, que ha sido diseñado para, 
según mi jefe, "echarme un cable"- al cuello
diría yo- porque, ya en los primeros
compases de nuestro encuentro, se me
muestra sabiondo y entrometido, haciendo
preguntas que no venían al caso...

En definitiva, un chico, en el amplio sentido
de la palabra, intransitivo, tanto que a las
dos semanas, harto de sus insolencias, me
precipité a la puerta del despacho de mi 
jefe para instarle a elegir entre él y yo.

Obviamente eligió a él. Cándido, mi jefe, 
otra cosa no pero sensato es para aburrirse...