Una muchedumbre de turistas desplazada para conocer Segorbe, por fin sonaban ya sus voces dentro de la torre del verdugo. Atraídos como las gentes de este pueblo hasta hace solo un poco más de un par se siglos a la quema del hereje, escuchaban los turistas los autos que procesaba el licenciado en historia que los guiaba. Dos chicas jóvenes y sexualmente exuberante del grupo, echadas en los peldaños de la torre , se entretenían hablando de moda y ungüentos de belleza, frascos afrodisíacos, en posición de sacrificio, sin saberlo. Esperaban descansado la salida del grupo en la puerta, de lo que fue la casa del verdugo, sin saberlo. Resbalaba dentro de la torre un eco lejano del llanto de las víctimas entre las cámaras de vigilancia , que velaban por el cumplimiento de las normas y el respeto por la casa del verdugo. El dolor y el tiempo habían dejado un desierto de piedra floreciendo en la torre. a cada paso, cada vez más lejano, se recordaba en las paredes el año de la reconstrucción del edificio; la escuela taller que llevó a cabo dicha obra, el dinero empleado de los fondos europeos y la firma del político, inmemorialmente agradecido por el pueblo de Segorbe, que firmó la autorización para llevar a cabo dicho proyecto. Si los turistas se hubieran separado de esa capsula del ocio cultural que representaba con sus imperfecciones en la rehabilitación, la torre del verdugo, y hubieran pensado en la historia como un proceso de tiempo dentro de una civilización. hubieran sentido vértigo al llegar a la azotea de la torre, y descubrir observando las vías del tren rodeadas de una rica vegetación de estás agradecidas tierras ricas en agua del Palancia , así como contemplando el panorama urbano de techos de teja, calles estrechas, campanarios sobre los que volaban en círculo palomas, o las carreteras, parques, y aquellos matices que al ojo ofrecía al turista la altura de la torre para confirmar, que desde el siglo XIV en Segorbe no había cambiado nada.
El ángel del tiempo parecía asomado a las alas de un avión, cuyo brillo plateado sobre el cielo azulado marino, recordaba la expulsión de los judíos y moriscos. El guía, señalando a los turistas el plano, mostraba como un coronel en el papel, la puerta de Argén para que a su orden la visitaran. Obedientes al circuito los turistas se entregaron a los papeles del ayuntamiento para curiosear por la ciudad. Al atravesar las murallas por la puerta de Argén, varios carteles recordaban la reconstrucción fechada en el 2004 , así como se explicaba de la escuela taller encargada de las obras, el presupuesto, y el político inmemorial al que el pueblo de Segorbe debía tan gran consideración. Tras la puerta, se entraba en el barrio donde un día estuvieron los judíos. Ese pueblo tan extraño, que fue hasta un día de 1609, tan Español como el político que firmaba las escuelas taller. En el ambiente de callejones volvía a estar presente el agónico dolor. Lo expresaba el viento, lo decía agua de las fuentes, lo contaba la voz de la piedra por cuyas grietas hablaba el ángel del tiempo que reconstruía los centenarios rumores que se propagaron para dar pie a una conspiración y fabulación alienante contra los hombre que compartían la misma civilización, tras esas mismas calles separadas por una muralla dentro del mismo pueblo de Segorbe por tener diferentes creencias religiosas. Y que desembocó un día, tan solo en un día, en que fueron arrancados de cuajo, como un muro en una reconstrucción barbaramente. Fueron extirpados de esa civilización, y muchos, millares de ellos, hasta del mundo. Sus huellas se perdieron en oriente medio, o en el mar. El grupo de turistas miraba el mapa bajo el cartel con la fecha de la reconstrucción de un camino moro adoquinado que bajaba al río, y que fue recientemente reconstruido por una escuela taller formada por un colectivo desfavorecido de habitantes de Segorbe que sufría exclusión social por el sistema. siendo financiada esta escuela taller por fondos europeos. Al final del cartel aparecía el nombre del político inmemorial de Segorbe que había firmado la orden para proceder a las obras.
Bajo el castillo y las murallas, cincuenta caños de agua, cañas y juncos mojados,fuente lanzada contra el río.
El Palancia , de aguas verdes tranquilas en los frecuentes remansos. Recordaba en sus orillas un punto ahogado en el tiempo, que el turista de masas no conseguía apresar. los bares florecían prósperos, arrancado al agua el paisaje, y al recuerdo la historia.
Angelillo Uixó.
- Autor: Angelillo de UIxó (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 8 de julio de 2017 a las 16:04
- Comentario del autor sobre el poema: la torre del verdugo existe en segorbe, localidad que visité ayer, y sobre la que reflexiono como un visitante que ironiza sobre las escuelas taller, los verdugos de ayer y hoy, el turismo de masas, se compara la muralla del barrio judío, su expulsión y la exclusión social de estos con la mía, y los muros de melilla o los de tramp,
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 15
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