Cánticos tristes (liras)

De las jarcias inquietas
de tus mares, un verso está ondeando
por dos tristes poetas.
Me he quedado llorando
a tinieblas; qué pues: te sigo amando.

Ah, el sonar de los pianos.
Ah, es la potencia de tu voz, cantora.
Ah, estos mares peruanos
Ah, eres tú, soñadora.
Eres ninfa; el sosiego de la aurora.

Aquella noche tanto
lloré, no pude verte; ¿a dónde estabas?
No apareció tu encanto,
y tu amor no me dabas.
Se hizo el día; pensé que no me amabas.

¡Qué beso más dichoso
el de tus labios tenues por el día!
Un roce tembloroso
bordado de entropía.
Qué dulce boca, cuando enmudecía.

Se tornó el sol moreno
en tu piel, y cual cálidos tatuajes
que erigen en tu seno;
anduve en los paisajes
que guardaste dormida en tus encajes.

Hay un fuego en mi pecho,
la llama de mi ser definitiva,
a veces un acecho
mientras mi canto viva;
hay otras veces que a la muerte esquiva.

Hasta un secreto tierno
dejaste, en el rincón enamorado;
una brasa en el invierno
y tu vestido al lado...
Yo recuerdo que siempre me has amado.

En soledad sonora;
he vuelto a proclamar tus alabanzas;
yo miraba la aurora
y todas tus templanzas.
Y mis Arias se fueron como lanzas.

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David John Morales Arriola