Se cuela el dolor como partícula escurridiza
En la grisácea y áspera coraza de sus afectos nobles.
Caliza pieza que arrulla en su interior
Un corazón que sin mella,
Ama en desmedida y descontrol.
Cilios que disipan el sufrimiento,
Oh madreperla redentora,
Protectora de sueños ocultos al sol.
Agridulce conmoción adornada por la iridiscente cubierta
Que en capas nácar moldea el ovalado deseo en amor.
Perla lágrima, que se enquista tras sentimientos lánguidos
Pero brilla en su propio arrebol.
Gema peregrina, suspiro de la estrella náutica,
Amuleto que al alma del marinero guía a su albor.
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