Esa noche cuando entre en la casa creía que ya estabas dormida por lo tarde que era, me descalce para hacer el mínimo ruido y no despertarte de tu hermoso sueño.
Al entrar en la habitación, tú me estabas esperando con tu camisa negra y tus cabellos sueltos, nos miramos, nos abrazamos, nos besamos y después hablamos.
Estabas preciosa, no era la única vez que te lo decía, me marche hacia el baño para refrescar mi cuerpo con un buen baño, al salir aun seguías en el mismo lugar, esperándome.
Nuestros cuerpos se acercaron lentamente, tu camisa negra adornaba el suelo de parquét del dormitorio, con mis brazos tome tu cuerpo balanceándolo suavemente como una pluma al aire, tus cabellos acariciaban mis manos mientras nuestros labios se unían.
Al llegar a nuestro lecho Renació También nuestro apasionado amor, tus cabellos reposaban en la almohada mientras nuestros cuerpos se acariciaban sin prisa y con dulzura, después de besar tus labios y tus mejillas, me baje a tus senos donde pose mi cabeza, al tiempo que tú me acariciaba mis cabellos y mi cuerpo.
Continuamos con nuestro juego de amor, en silencio se escuchaban nuestra respiración, al unirse nuestros cuerpos entrando en tus entrañas, tus ojos brillaban del dulce amor que sentía y yo con mis manos tu cuerpo seguía acariciando, hasta consumir la noche y el día.
Pintura de Steve Hank
© José Cascales Muñoz
Reservado todos los derechos.
13 de Agosto 2017
- Autor: José Cascales Muñoz ( Offline)
- Publicado: 14 de agosto de 2017 a las 02:51
- Comentario del autor sobre el poema: Y en esa noche, tú cuerpo y tus brazos me cubrieron para no enfriarme con el rocío, tus labios con un beso sellaron los míos y tus ojos eran la luz que alumbro mi camino.
- Categoría: Amor
- Lecturas: 34
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