“Bandido”
(Historias de La Colonia)
Hay estigmas que nos da la vida, incluso desde antes de nacer, son marcas del destino que nos marcan un camino, que muchas veces no queremos recorrer…
Aquel era un niño triste, con la mirada perdida al horizonte mirando desde su humilde ventana como la vida transcurría, miraba cubriéndose el rostro con la cortina hecha de la más humilde tela que ya pintaba amarillos del tiempo, escuchaba las carcajadas de los demás patojos de jugaban en aquel inmenso campo de recreo: los patojos con el trompo, los cincos o con las rodillas en tierra haciendo con su imaginación el mas fantástico carro de bomberos de unos trocitos de madera con corcho latas por ruedas…Las patojas evitando a los varones, jugando de tenta, de arranca cebollas y cantando a viva voz A la víbora de la mar y quien sabe que mas… Al caer la tarde todos se entraban a regaña dientes porque era hora de cenar. Comiendo tan aprisa que tragaban los bocados de comida con tal de volver a salir a jugar…Con el acostumbrado “Muchas gracias” al levantarse de la mesa apenas escuchaban el “Buen provecho” porque ese deseo de jugar aun no estaba satisfecho.
Al caer la tarde la madre llegaba de trabajar y lo encontraba allí, en el lugar de siempre, con las ansias de siempre, mirando atreves de la ventana como la vida se pasaba frente a él. Ella lo miraba sufrir, pero igual no podía hacer nada para aliviar aquel dolor, se sobre ponía a sus lagrimas y poniéndole cara de alegría lo invitaba a comer, aquellos momentos eran los más felices de la vida de aquel niño que encontraba en su madre un inmenso amor y cariño que le hacía olvidar aquella tristeza de no salir a jugar.
Pero el tiempo transcurre tan a prisa, no espera por nadie y así el tiempo para ir a la escuela lo sorprendió. La madre lo fue a inscribir, aun sabiendo lo difícil que seria para Arturo el enfrentar aquella realidad, a la cual se resistió. Fueron largas las tardes que la madre lloro con el dándole consuelo. Una de aquellas tardes de los primeros días de enero, se puso a ver televisión. Era un televisor pequeño en blanco y negro que un alma caritativa les había obsequiado en navidad, lo cual fue un gran regalo dado que en esos tiempos pocas familias contaban en casa con este tipo de aparatos. Sus series preferidas empezaron a ser las de vaqueros: El llanero solitario, Aventuras de Johnny West y poco después El Zorro. Viento estas series fue que se le ocurrió aquella idea, un día como de costumbre la mama llego a casa y lo encontró con la bandana cubriéndole medio rostro y le pregunto, ¿A qué a que estaba jugando? El niño respondió: No estoy jugando, mama esta será mi nueva identidad. La madre sin poder evitarlo se le rodaron las lagrimas al rostro pues comprendía el porqué.
A la semana siguiente empezarían las clases, con gran esfuerzo, ella le compro los pantalones azules, las camisas blancas, el suéter rojo con líneas verticales azul y blanco y un par de bandanas, una azul y la otra roja. Pese a los problemas que para ella implicaba faltar a trabajar, para el primer día de escuela del niño pues comprendía el reto que para Arturo suponía el enfrentar aquella nueva etapa de su vida y más aun ante aquella situación que le afectaba en forma personal… El niño camina por las calles ante la mirada inquisitiva de vecinos y patojos que posiblemente serian sus compañeros de escuela, pero más aun para el aquel era un mundo extraño, un mundo que apenas conocía pues lo veía a través de su ventana. La madre lo acompaño hasta el salón y ya había hecho los arreglos necesarios para que le permitieran usar la bandana a lo cual ante la explicación que ella les dio accedieron las autoridades de la escuela y la maestra.
Cuando los demás niños lo vieron entrar al salón de clases, no dejaron de sorprenderse de verlo así con la mitad del rostro cubierto, algunos se rieron, otros murmuraron y alguien mas dijo a viva vos: Hay un bandido en la clase….Todos se rieron y la maestra los llamo al orden, la mama se retiro, como no queriéndose ir, sabiendo que aquello apenas empezaba, recordó los murmullos y la extrañes con que miraron as u hijo sus compañeras de cuarto, cuando Arturo nació y se lo llevaron a enseñar, sin el apoyo de un marido, sin alguien que le apoyara con acepción de una madre que los esperaba en casa, en una silla de ruedas. Pero comprendía también, que en la vida había que ser fuertes, que debería aprender a sobre ponerse a todo aquello.
Las bromas, chistes y murmuraciones desde aquel primer día fueron siempre parte de aquel ritual que suponía ir a la escuela, para Arturo y más aun a la hora de recreo…A veces regresaba a su casa triste, sin ganas de volver al otro día, siempre en aquella casa vacía, en la que encontraba una notita junto a su almuerzo donde la madre le dibujaba una carita sonriente y le ponía un Dios te bendiga…Luego de comer, se ponía a hacer su tarea, después miraba por su ventana con un deseo profundo de salir a jugar, mas no faltaba quien pasara diciendo: Esa es la casa de Bandido y aquello lo desalentaba y mejor prendía la televisión, luego la volvía a apagar pues se moría de las ganas por ir a jugar pelota con los demás…
Conforme el tiempo transcurría, los demás se acostumbraron a ver al niño de la bandana en el rostro y el también se acostumbro a que lo llamaran Bandido y no por su nombre. Con esfuerzo y dedicación aprendió a leer antes que muchos de sus compañeros, poco a poco se fue ganado un lugar entre los más aplicados. En los recreos casi no jugaba pues las burlas acompañaban los juegos, pero logro hacer amistan con Fito Chibola, un niño que también era blanco de bromas pues estaba pasado de peso. Pero Fito no les ponía atención y como era también un poco alto de alguna forma imponía respeto.
Un día los demás patojos le convencieron para que jugara una chamusca (un partido de futbol informal) contra los de la otra sección de primer año y convencido por Fito Chibola accedió. Empezó la mentada Chamusca y de primas a primeras les metieron un gol, por lo que deberían de quitarse la camisa y quedarse en playera, todos los hicieron y el partido continuo, hasta que alguien por detrás se aproximo a Arturo y delante de todos le quito la bandana… Algunos al ver su rostro gritaron: ¡Es un monstro! ¡Es un monstro! Se armo tal alboroto que media escuela se dio cuenta. Arturo como pudo se cubrió el rostro con la playera y salió corriendo… Fito Chibola trato de alcanzarlo, pero no lo logro, entonces se fue directo a reclamarle al niño que había sido capaz de aquel atrevimiento.
Aquella tarde al llegar a casa, la madre lo encontró llorando, ella le pregunto, él le conto lo sucedido y siguió llorando diciendo: Mama, es que soy un mostro, un mostro… Ella le replicaba –No mi niño, tú eres un angelito, un pedacito de cielo… Él le decía: Un angelito con cara de mostro y es por eso que yo ni tengo papa… Aquel fue un día lleno de dolor para ambos.
Pasaron los días y el niño, no regresaba a clases, sus útiles escolares estaban en la dirección, las murmuraciones continuaban, se decía que bandido era un mostro, por lo cual en el lunes cívico de la semana siguiente, la directora decidió tomar cartas en el asunto. Reunidos todos, el claustro de maestras y alumnos les explico el porqué de la deformidad en el rostro de aquel niño, les comento que dice la medicina sobre “El Labio Leporino” y que no había razones para alarmarse, ni mucho menos para burlas, que lo mejor que podían hacer era aceptarlo tal cual era y que niños así más que compasión precisan de amor y aceptación así como de amistad. Aquel mismo día Fito chibola y otros de sus compañeros después de clases fueron a su casa buscarlo, tocaron a la puerta más de una vez, pero nadie contesto. El niño solo los observaba oculto en la ventana. Al día siguiente lo mismo y así por el resto de la semana. La madre había hablado ya con la directora y la maestra sobre la negativa del niño de regresar a la escuela. A la semana siguiente fueron nuevamente sus compañeros a buscarlo comandados por Fito Chibola, todos con una bandana cubriéndoles la mitad del rostro, el los vio y no pudo evitar el sonreírse, esta vez tocaron una sola vez la puerta y se fueron. Luego el niño se puso a ver televisión y al llegar la madre lo encontró dormido. Al despertarse le entrego un paquete que había encontrado en la puerta, eran un sin número de tarjetitas hechas a mano, con papelitos de colores y garabatos que pretendían ser letras, en las cuales a su manera, le pedían disculpas y le manifestaban cuanto lo extrañaban…
A la semana siguiente el Arturo regreso a la escuela y al encontrar a su salón se encontró a niños y niñas usando la banadanas en sus rostros. Y como son los niños que son rápidos para olvidar los agravios recibidos, volvieron a ser compañeros y más que eso amigos. Al año siguiente Arturo fue sometido a una operación que le permitió mostrar su sonrisa enmarcada con una mirada donde ya no había tristeza.
Oxwell L’bu
- Autor: Oxwell L'bu (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 14 de mayo de 2010 a las 17:36
- Comentario del autor sobre el poema: Hay estigmas que la vida nos da, incluso antes de nacer, son marcas del destino que nos marcan un camino, que no queremos recorrer...
- Categoría: Cuento
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