Cuando todas las luces se apagan
en esas montañas de Mérida
nacen las dos casitas que llevo tatuadas
en los lunares de mi cuello.
Hay una llave perdida entre tu juego de llaves
que abre todos los absurdos del mundo
nacidos en mi mente.
Vive un dragón que glasea el frío
que separa nuestros labios
hasta hacernos arder
tan tenues
en un primer beso.
En sus brasas
consumes el alquiler
que mis lunares le hipotecan a tu boca.
Me siento presa
lejos del alcance de tu lógica
liberada en los rincones más secretos
de tu mente.
Beso tus pensamientos
y te invito a bailar
en mi cintura cándida y alegre.
Dame por perdida
aunque me encuentre en tus manos todavía.
Estornudé todas tus contradicciones
y aún la alergia se me despierta
en la verdad de lo que eras,
cuando me picas la garganta,
y necesito de tus dientes como dardos
y de tu lengua para rascarme.
Te asfixio con el aroma de las puertas cerradas
y los muebles llenos de polvo,
con las sábanas rociadas por el perfume de mis ángeles y demonios
cubriendo todos los recuerdos que aún no existen
si no me respiras,
si no tocas la puerta,
ni entras,
ni te quedas a vivir de alquiler en mi yugular.
Amor, quédate a mi lado,
donde existen ventanas cerradas toda la noche
y abiertas todo el día.
Con el rincón del mundo donde guardo mis secretos
más profundos y bonitos
dibujados en mi silueta junto a la ventana.
Guarda mi recuerdo
entre las estrellas como esa llave perdida,
libera toda tu amargura al abrirme.
Repíteme lo poco especial que era,
y repíteme en otros errores.
Lléname el corazón con la tinta de pulpo
que escupe ese monstruo marino
que llevas en las entrañas.
Déjame nadar en tus lágrimas por siempre,
vuelve tu llanto mi hogar
y no me llores.
Invádete de esta desesperanza
que nos dice que algo debe haber mal en el mundo
cuando este deseo transatlántico nos inunda el cuerpo,
hasta arder buscándonos y olvidándonos
en otros cuerpos,
en todos los fuegos que no nos convierten en ceniza
cuando la llama de tu pecho se apaga,
y dejas congelar el dragón que vive en mis entrañas.
Cuando me dejas dormir en tus recuerdos,
al arder y consumirme lentamente ,
en el perfil de mi cuello
bordeado por tu lengua.
Todas las luces se apagan en esas montañas,
y desde tu cama nacen nuevas luces.
Centelleantes te enseñan
los mismos secretos escabrosos e incomprendidos
que te describo, canto, recito y leo
bajo las cortinas corridas de tus párpados
cuando los cierras y me besas.
- Autor: Mía Antonella de Isadora Anaïs ( Offline)
- Publicado: 23 de agosto de 2017 a las 16:02
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 30
- Usuarios favoritos de este poema: Texi
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