Eustaquio

Alberto Escobar

 

 

Fernando caminaba con su perro de la correa
pensando- el perro- si merecía la suerte de
tener a este chico como dueño, o mejor decir
como opresor.

Fernando solía llevarlo a un monte ajardinado
que se divisaba desde su casa a no mucha
distancia, y se antojaba sitio ideal para que
el perro, Eustaquio, pudiera aliviarse sin tener
que llevar a mano la enojosa  bolsita de rigor.

Un día, cansado de la vigilancia carcelaria de 
su dueño, decidió, aprovechando el depiste
que el encuentro de un vecino, también tirano,
imponía a su dueño, adentrarse en el corazón 
del recinto arbolado para aventurar una fuga 
que le devolviera el sentimiento de libertad,  
ya casi olvidado desde que fue recogido de la 
calle tras un accidente en el que fue casi 
abatido por un desaprensivo motorista.

Eustaquio parecía llegar a la conclusión de que 
el sustento garantizado sin libertad, o con una 
dosis insuficiente como la que disfrutaba con
Fernando, era el corolario de una existencia
inexistente.

En vista de esta determinación mantuvo la vista
al frente hasta que sus oídos fueron heridos por
las imprecaciones de su dueño, que lo aherrojó 
sin piedad y con una ración doble de
inmisericordia.

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  • Autor: Albertín (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 25 de agosto de 2017 a las 14:26
  • Comentario del autor sobre el poema: ¿Quién no se ha visto en la disyuntiva de Eustaquio, al menos una vez en la vida?
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 26
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